El paraíso turístico convertido en tierra de nadie: ¿qué está pasando en la costa de Oaxaca?

Desapariciones masivas, masacres y el silencio oficial
Oaxaca, un estado que hasta hace poco se mantenía al margen de las grandes masacres que han estremecido a México, ha comenzado a figurar en los mapas del horror. La reciente localización de nueve cuerpos abandonados en un vehículo en la supercarretera Cuacnopalan-Oaxaca es solo la punta de un iceberg de desapariciones forzadas, omisiones gubernamentales y un narcoestado en pleno funcionamiento.
Las víctimas, jóvenes originarios de Tlaxcala, habían salido de vacaciones a las paradisíacas playas de Zipolite y Huatulco. Pero lo que parecía un viaje de descanso y diversión se convirtió en una pesadilla. Algunos fueron vistos por última vez cenando en un restaurante; otros, presuntamente, fueron interceptados por policías municipales. Ninguno regresó a casa.
Este fenómeno no es aislado. En los últimos dos meses, al menos 16 personas han desaparecido en esta franja de la costa oaxaqueña. Y el problema parece mucho más profundo de lo que las autoridades están dispuestas a admitir.
El rastro del horror: de Zipolite a Puebla
El 28 de febrero, desaparecieron de Zipolite Raúl González, Yamileth López, Lesly Noya y Jacqueline Meza. Horas después, en Huatulco, se denunció la desaparición de Angie Pérez y Brenda Salas. Testigos afirman que estas últimas fueron golpeadas y llevadas a la fuerza por la policía municipal, sin que hasta la fecha se esclarezca qué ocurrió después.
Días después, un Volkswagen negro con los cuerpos de nueve jóvenes asesinados apareció en la autopista Cuacnopalan-Oaxaca, a 400 kilómetros del lugar donde fueron secuestrados. De manera extraña, una de las víctimas, Brenda Salas, fue hallada con vida, pero sin que hasta ahora se haya dado información sobre su testimonio.
El traslado de los cuerpos no fue casualidad. Al abandonarlos en Puebla, los agresores lograron desviar la atención de las autoridades oaxaqueñas, una estrategia que ya ha sido utilizada por el crimen organizado en otras regiones del país. ¿Quién tiene la capacidad de mover cadáveres a lo largo de dos estados sin ser detenido? ¿Cómo es que un convoy con cuerpos logra recorrer 400 kilómetros sin que nadie lo detecte?
¿Un narcoestado disfrazado de paraíso turístico?
Las desapariciones en Oaxaca han sido minimizadas por el gobierno estatal, que insiste en que la región es segura. Salomón Jara, gobernador del estado, se ha aferrado a la narrativa de un destino turístico blindado, pese a que las cifras de violencia se disparan.
Mientras Jara presume de reuniones de seguridad y bajos índices delictivos, en la realidad Oaxaca se ha convertido en un punto clave para el trasiego de drogas. La costa ha sido históricamente una zona de llegada y distribución de narcóticos, con avionetas aterrizando en la selva y lanchas repletas de cocaína desembarcando en calas escondidas.
Hace apenas dos semanas, la Secretaría de Marina incautó más de 670 kilos de cocaína en Huatulco, pero el problema va mucho más allá de un solo cargamento. Reporteros locales advierten que la región opera con una «zona de tolerancia», donde el crimen organizado impone sus propias reglas: prohíbe el robo y el cobro de piso, pero al mismo tiempo, decide quién vive y quién desaparece.
¿Una nueva Teuchitlán?
El caso de Oaxaca recuerda a lo ocurrido en Teuchitlán, Jalisco, donde durante años se reportaron desapariciones hasta que finalmente se descubrió un campo de exterminio con cientos de cuerpos. ¿Está Oaxaca siguiendo el mismo patrón?
En menos de un año, 23 personas han desaparecido en la región, muchas de ellas sin dejar rastro. La mecánica de los secuestros, las omisiones de las autoridades y la ubicación estratégica de la zona para el narcotráfico sugieren la presencia de un sistema de exterminio bien organizado, que opera con total impunidad.
Mientras los turistas siguen bailando en la arena y el gobierno de Oaxaca vende la imagen de un paraíso intacto, las desapariciones masivas continúan. Si no se detiene esta ola de violencia, es solo cuestión de tiempo antes de que Oaxaca se convierta en el próximo epicentro del horror en México.
Redacción Reportaje Veracruzano