Muerte súbita frente a la central: el último viaje de un hombre invisible

Veracruz, Ver. — La noche del lunes 5 de mayo, mientras cientos de viajeros se movían entre maletas, despedidas y boletos, un hombre mayor se desplomó en la calle Tuero Molina, a unos pasos de la terminal de autobuses de Veracruz. Su nombre era Miguel Ángel Apolinar, tenía alrededor de 65 años y, según su cuñado, se dirigía hacia Villahermosa. Pero el viaje no ocurrió.
Fue una muerte rápida, silenciosa, casi invisible en medio del ruido de motores y pasos apurados. Solo quienes estaban a unos metros vieron cómo el hombre se llevó la mano al pecho, vaciló unos segundos y cayó pesadamente sobre la banqueta, entre las avenidas Díaz Mirón y La Fragua. Los paramédicos de la Cruz Roja llegaron poco después, pero ya nada se podía hacer. El cuerpo no respondió.
El anonimato del fin
En un país donde la muerte suele ser estruendosa, Miguel Ángel murió sin escándalo, sin cámaras ni persecuciones. Solo un cerco policial, cinta amarilla y el ir y venir de peatones que bajaban la voz, con respeto, curiosidad o indiferencia. Un hombre más en una estadística de causas naturales; un cuerpo menos en el flujo constante del tránsito urbano.
El derecho a no morir solo
La Fiscalía del Estado acudió con diligencia. Levantó el cuerpo, anotó, fotografió, retiró. Pero en la escena quedó una pregunta sin responder: ¿qué pasaría si no hubiera tenido cuñado? ¿Y si nadie supiera su nombre?
Lo cierto es que, en muchas ciudades mexicanas, los adultos mayores viajan solos por razones familiares, médicas o laborales. Lo hacen con pensiones mínimas, enfermedades crónicas no tratadas y un sistema de salud al que llegan demasiado tarde o del que nunca reciben una respuesta. La muerte de Miguel Ángel, aunque natural, es un reflejo de una realidad más amplia: la vejez solitaria y desprotegida.
Una postal urbana que duele
No hubo violencia, pero hubo tristeza. La escena, en medio de una ciudad portuaria viva y agitada, mostró con crudeza una de las formas más invisibles de morir: la que ocurre en la intemperie, sin hospital, sin auxilio previo, sin redes. El final de una vida que se apagó sin testigos íntimos, entre extraños y luces de neón.
La muerte de Miguel Ángel no será tendencia ni causará indignación masiva, pero carga un eco silencioso: la necesidad de mirar a los invisibles, antes de que sea demasiado tarde.
Redacción Reportaje Veracruzano