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¡Terror sin rostro en Coatzacoalcos! El crimen se pavonea impune mientras las autoridades simulan protegernos

En plena noche y sin temor alguno, sujetos armados rafaguean un vehículo en la colonia Ávila Camacho; los vecinos viven aterrados, el gobierno ausente

Coatzacoalcos, Ver.– Una nueva demostración de poder del crimen organizado se vivió la noche del domingo 25 de mayo en la colonia Manuel Ávila Camacho, donde pistoleros a bordo de un vehículo blanco abrieron fuego impunemente contra un automóvil estacionado. No fue un ataque cualquiera. Fue un mensaje, un acto de dominio territorial. Y como en tantas otras ocasiones, el Estado volvió a llegar tarde, cuando todo había terminado.

Los hechos ocurrieron en la esquina de Emiliano Zapata y Melchor Ocampo, a unos metros del callejón de La Cinsa, cerca de las 11 de la noche. En cuestión de segundos, la tranquilidad fue perforada por entre siete y ocho detonaciones que aterrorizaron a los habitantes de esta ya golpeada colonia porteña. El objetivo: un Dodge Cheger rojo, estacionado. El resultado: miedo colectivo, silencio oficial.

El vehículo blanco —que pudo ser grabado, identificado o perseguido si existiera verdadera coordinación policial— huyó sin mayor problema. En contraste, la escena del crimen fue resguardada a posteriori por corporaciones de los tres niveles de gobierno y Servicios Periciales, que como siempre, solo aparecen cuando ya no hay nada que proteger, ni a nadie que perseguir.

No hubo víctimas directas, pero el daño está hecho. La violencia se instala como huésped permanente en la vida de los coatzacoalquenses. La colonia Ávila Camacho se suma al mapa rojo de un municipio que sangra todos los días mientras la narrativa oficial repite que todo está bajo control.

La verdadera pregunta que queda en el aire es: ¿cuántas balas más deben escucharse para que la autoridad deje de fingir que gobierna? ¿Cuántos tiros más contra vehículos vacíos o cuerpos humanos necesitamos para que alguien en el poder despierte de su cómoda indiferencia?

Coatzacoalcos ya no pide justicia. Suplica, exige y grita que pare la impunidad. Pero en Veracruz, ese grito —por ahora— se estrella contra un muro de complicidad y negligencia institucional. Y mientras tanto, los violentos siguen disparando… y gobernando desde las sombras.

Redacción Reportaje Veracruzano

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