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Veracruz, la cloaca oficial: Torturan a activista y el silencio de la alcaldesa Patricia Lobeira revela una complicidad insoportable

Juan Carlos Cuevas fue secuestrado y brutalmente torturado tras denunciar corrupción en Tránsito Municipal. La alcaldesa calla. La Fiscalía ignora. El Estado encubre. El crimen organizado ya no opera al margen del poder: ahora lo representa.


Poza Rica, Ver.— Juan Carlos Cuevas Reyes no es un criminal. No es un agitador violento. Es un activista. Un ciudadano. Uno de los pocos que aún cree en la posibilidad de justicia. Su “delito” fue denunciar públicamente —con pruebas— el funcionamiento de una red de extorsión, abuso y corrupción encabezada, presuntamente, por agentes de Tránsito Municipal del Puerto de Veracruz. Por su valor, fue secuestrado, torturado salvajemente, amenazado de muerte y abandonado con heridas que gritan lo que el poder calla: en Veracruz, la mafia ya no necesita esconderse… gobierna.

En cualquier democracia funcional, lo ocurrido habría desatado un terremoto político. En Veracruz, desató silencio. La alcaldesa Patricia Lobeira de Yunes, jefa del aparato municipal y garante directa de la seguridad de sus ciudadanos, no ha pronunciado una sola palabra. Su mutismo no es prudencia: es complicidad.

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EL PRECIO DE DENUNCIAR A LOS UNIFORMADOS

La historia de Juan Carlos es tan clara como espeluznante. Grabó videos de tránsitos extorsionando, evidenció retenes ilegales y denunció infracciones inventadas a ciudadanos que no podían defenderse. En respuesta, fue detenido arbitrariamente, entregado a civiles armados y sometido a seis horas de tortura inhumana: le quebraron los dedos con martillo, le aplicaron pinzas en los genitales, lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. Todo mientras le gritaban que sabían quién era, dónde vivía y con quién hablaba.

“La próxima no vas a vivir para contarlo”, fue la advertencia final.

Los agresores se identificaron como parte del crimen organizado. Pero más grave aún: actuaron con total impunidad bajo la cobertura del aparato municipal de seguridad.


EL ESTADO COMO ENEMIGO

La Fiscalía General del Estado no ha iniciado ninguna acción relevante. La policía municipal se negó a tomar denuncias. La Dirección Jurídica del Ayuntamiento bloqueó el proceso legal alegando supuestas violaciones a artículos constitucionales —una excusa risible ante el horror documentado—.

Todo indica que no fue una operación al margen del poder. Fue una operación del poder.

Las pruebas y testimonios apuntan a un patrón sistemático: los retenes ilegales, las multas inventadas, la coacción, el cobro por transferencia fuera de canales fiscales. Todo este ecosistema opera bajo una lógica de terror: quien denuncia, es eliminado.


PATRICIA LOBEIRA: ALCALDESA, CÓMPLICE O COMANDANTE

La alcaldesa Patricia Lobeira de Yunes ya no puede alegar ignorancia. Su silencio, a estas alturas, no es neutral. Es evidencia.

Es constitucionalmente responsable del actuar de sus cuerpos de seguridad. La omisión ante crímenes de esta magnitud no solo es inmoral: es penal.

¿A quién protege? ¿A quién teme? ¿O a quién responde?


¿Y AHORA QUÉ?

Mientras Juan Carlos sobrevive con secuelas físicas y psicológicas, mientras su familia teme por su vida, y mientras la ciudadanía calla por miedo, la estructura criminal continúa operando desde las oficinas del poder. No hay justicia, no hay investigaciones serias, no hay garantías.

Este caso exige una respuesta del Estado mexicano, de los organismos internacionales, y de los medios libres que aún quedan. Si no hay justicia para Juan Carlos, ¿quién será el próximo?


EXIGENCIAS INMEDIATAS:

  1. Protección federal a Juan Carlos Cuevas Reyes.
  2. Suspensión y desmantelamiento del cuerpo de Tránsito Municipal de Veracruz.
  3. Investigación penal contra Patricia Lobeira de Yunes por omisión y encubrimiento.
  4. Auditoría a los ingresos no fiscalizados de multas y retenes.
  5. Intervención urgente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y de la ONU.

La tortura no fue un acto aislado. Fue un mensaje.
Y el mensaje es claro: en Veracruz, la verdad se paga con huesos rotos.

Pero hay otro mensaje que también debemos gritar:
no hay tortura que silencie la verdad.

Seguiremos preguntando. Seguiremos publicando.
Aunque duela. Aunque tiemble. Aunque cueste.


— Redacción Especial
Para medios que no obedecen, ni temen, ni olvidan.

Por: Marco Antonio Palmero Alpirez

Reportaje Veracruzano

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