Columna de opiniónVeracruz

Veracruz: El gigante dormido de México

La economía de Veracruz es una paradoja andante. Un estado con puerto, petróleo, gas, agroindustria, turismo y cultura milenaria, pero atrapado en la pobreza laboral, la informalidad y la falta de visión de sus gobernantes. ¿Cómo se explica que una tierra con semejante riqueza natural siga sumida en el atraso? La respuesta es tan sencilla como brutal: corrupción, improvisación y ausencia de políticas públicas de largo aliento.

En el sector agrícola, Veracruz sigue siendo potencia en caña de azúcar, café, cítricos, maíz y ganado. Sin embargo, los productores enfrentan un vía crucis: precios de garantía que nunca llegan, cadenas de intermediarios que exprimen al campesino y una infraestructura obsoleta que impide colocar los productos en mercados nacionales e internacionales con valor agregado. El campo veracruzano, en lugar de ser motor de prosperidad, es una condena de subsistencia.

La industria, anclada históricamente en la petroquímica y manufactura, parece avanzar con freno de mano. Los parques industriales sobreviven, pero no crecen. La informalidad sofoca la productividad y las inversiones se topan con burocracia asfixiante. La vocación industrial de Veracruz es enorme, pero está atada a un Pemex quebrado y a una clase política incapaz de diversificar y modernizar su base productiva.

El sector energético merece capítulo aparte. Mientras Slim apuesta por el gas natural en Ixachi, Pemex arrastra una deuda colosal que paraliza operaciones y provoca despidos. Veracruz podría ser punta de lanza en la transición energética, pero en vez de innovar seguimos atados a la vieja narrativa del petróleo como salvador eterno. El futuro energético está ahí, esperando, pero el gobierno estatal ni siquiera logra resolver el presente.

El turismo, bendecido con playas, montañas, selvas y cultura, permanece subutilizado. No es falta de atractivos, sino de estrategia. Carecemos de infraestructura, promoción internacional y seguridad. ¿Quién va a invertir en rutas turísticas cuando la violencia acorrala hasta las ciudades más emblemáticas? Veracruz podría competir con destinos de clase mundial, pero se conforma con ser opción de paso.

Y el empleo, el termómetro social más certero, refleja la catástrofe: salarios promedio que rondan los 5,400 pesos mensuales, con una informalidad superior al 50%. El trabajador veracruzano, ya sea obrero, campesino o profesionista, vive en condiciones precarias. No hay movilidad social ni certeza económica, sólo sobrevivencia.

Lo que más duele es que los datos confirman que Veracruz no está condenado a la pobreza. Al contrario, tiene todo para convertirse en un gigante económico. Pero necesita un gobierno que piense más allá de la propaganda, que deje de culpar al pasado y que trace un verdadero proyecto de desarrollo: infraestructura moderna, inversión en ciencia y tecnología, cadenas productivas regionales, incentivos al turismo y formalización del empleo.

Mientras eso no ocurra, Veracruz seguirá siendo lo que hoy es: un gigante dormido, saqueado por sus élites y olvidado por sus gobernantes, con un pueblo que trabaja duro pero nunca recibe lo que merece.


Redacción Reportaje Veracruzano

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