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Sierra Totonaca bajo asedio: cuerpos desmembrados exhiben la impunidad sangrienta en Veracruz

Espinal, Ver. El horror volvió a tomar forma en la Sierra del Totonacapan. Sobre el puente carretero que conecta Oriente Mediodía con Coxquihui, fueron arrojados los restos desmembrados de al menos dos personas, en un acto que no solo busca sembrar terror, sino demostrar que la violencia manda en una región abandonada a su suerte.

La escena, a unos metros de la base de taxis que lideraba el asesinado “Napo” —excandidato a la alcaldía de Coxquihui, ejecutado el mismo día que arrancaba su campaña—, es más que un hecho aislado: es un recordatorio brutal de la cadena de sangre que arrastra a la sierra desde hace años sin que ninguna autoridad logre detenerla.

Guardia Nacional, Marina, Sedena, SSP y policías municipales llegaron tras el aviso de vecinos aterrados, solo para acordonar la zona y esperar a peritos de la Fiscalía. Nada distinto de lo que ocurre siempre: despliegue, cintas amarillas, declaraciones vacías y, al final, olvido.

Los testigos aseguran que se trata de al menos dos víctimas, pero la Fiscalía calla. El hermetismo ya no protege la investigación, protege la incompetencia. ¿Hasta cuándo la población tendrá que normalizar que cada semana aparece un cadáver más en su territorio?

Un polvorín político y criminal

El hallazgo no se entiende sin el antecedente inmediato: apenas el lunes fue “levantado” junto a sus escoltas “El Napito”, hijo del desaparecido “Napo” y también excandidato de Morena. Un apellido que arrastra muerte, poder y una larga lista de cuentas pendientes.

La Sierra Totonaca está sitiada, no solo por el crimen organizado, sino por la indiferencia oficial. Mientras en Xalapa y la Ciudad de México se pronuncian discursos sobre “paz” y “transformación”, los pueblos del norte de Veracruz sobreviven entre ejecuciones, levantones y escenas dignas de una guerra que el Estado niega, pero que la población vive día a día.

La pregunta que nadie quiere responder

¿Quién gobierna realmente en el Totonacapan? Porque lo que quedó claro en Espinal es que la autoridad formal no lo hace. La violencia tiene dueño, y no es el Estado.

Mientras los cadáveres hablan con un lenguaje macabro de poder y advertencia, la gente exige lo que debería ser obvio: seguridad, justicia y respuestas. Pero el silencio oficial y el miedo ciudadano confirman una verdad dolorosa: la Sierra está sola.


Redacción Reportaje Veracruzano

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