
Xalapa, Ver. — Durante la ceremonia del Grito de Independencia en la capital estatal, un grupo de madres buscadoras se plantó frente al balcón desde donde la gobernadora Rocío Nahle García cumplía con la tradición –y alzó voz con firmeza: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Sin embargo, esas madres fueron omitidas en su lista de quienes ella llamó “vivas”, una expresión que este año adquirió un contenido cargado de simbolismo y desencanto.
Contexto: la voz que no cabe en el balcón
Cada 15 de septiembre, el acto del Grito en Veracruz incluye una parte simbólica esencial: nombrar a las hijas e hijos de la patria que aún “viven”. Pero mientras la gobernadora dijo “vivas” para quienes considera que representan el Estado ideal, las madres buscadoras quedaron fuera.
Este acto ocurre en un momento en que los colectivos de familiares de personas desaparecidas en Veracruz han intensificado sus protestas. En varias ciudades, especialmente en Xalapa, Córdoba y Coatzacoalcos, ellas exigen respuestas sobre los cuerpos no identificados, denuncian la ausencia de investigaciones eficientes y reclaman justicia.
La protesta del 10 de mayo y su eco
El 10 de mayo de 2025, Día de las Madres, las manifestaciones de las madres buscadoras se hicieron sentir con fuerza: marcharon en Xalapa bajo consignas como “Este día no es de fiesta, es de lucha y de protesta”. En ese contexto, apareció la frase dirigida a autoridades nacionales y estatales: “Sheinbaum, Rocío, ¿están celebrando? Yo no, a mi hijo estoy buscando”.
También se denunció que en el panteón Palo Verde hay 260 cuerpos sin identificar, así como más de siete mil personas reportadas como desaparecidas en la entidad.
Lo que se supone dijo la gobernadora —y lo que omitió
Hasta donde se ha podido documentar, Rocío Nahle en su discurso del Grito incluyó la palabra “vivas” para celebrar a las mujeres mexicanas —o al menos a quienes interpreta ella como dignas de ser reconocidas en ese momento simbólico— pero no hizo mención explícita de las madres buscadoras como colectivo ni de sus demandas principales.
La ausencia cobra más sentido si se considera que esos colectivos llevan tiempo insistiendo en que sus reclamos formen parte visible de las celebraciones cívicas: reconocimiento, resolución, acompañamiento institucional. Pero la falta de inclusión, desde la tribuna oficial, refuerza la percepción de desdén o invisibilidad.
Reacciones de las madres buscadoras
- En su protesta frente al balcón, las madres expresaron que sienten que el Estado no las escucha, como si su dolor y su búsqueda no lograran permear la ceremonia nacional, lo que las margina simbólicamente.
- Se sienten excluidas de un discurso patrio que reclama justicia, pero que no admite su presencia cuando se trata de reconocer públicamente a los desaparecidos.
Importancia simbólica y política
Que las madres buscadoras no hayan estado en la lista de “vivas” no es un descuido menor: simboliza quiénes son incluidas en la idea de lo que es “la patria viviente”. En un país azotado por desapariciones forzadas, este tipo de omisiones tienen consecuencias reales: mantienen el estigma, refuerzan la invisibilidad institucional, dificultan que sus demandas sean prioridad política.
Además:
- Hace evidente una tensión entre la imagen oficial de gobernabilidad, celebración y unidad, y la realidad de un Estado marcado por ausencias, violencia, dolor.
- Refleja también una disputa por memoria: qué historias se consideran parte de la narrativa oficial, y cuáles se descartan.
Lo que sigue: exigencias concretas
Las madres buscadoras demandan:
- Que el gobierno estatal reconozca públicamente, en actos cívicos, su papel y su sufrimiento.
- Que se incluyan nombres de desaparecidos en las ceremonias oficiales como un acto de memoria y justicia.
- Que se aceleren los procesos de identificación de cuerpos no identificados, como los del Panteón Palo Verde.
- Transparencia y rendición de cuentas sobre las búsquedas y las carpetas de investigación pendientes.
Reflexión final
La omisión de las madres buscadoras en la lista de “vivas” no es solo un fallo de inclusión simbólica. Es una señal de que el dolor aún no ha encontrado eco en el discurso oficial. Y mientras ese eco no exista —y no se asegure justicia tangible—, para muchas madres cada 15 de septiembre será un recordatorio de lo que se ha quedado fuera, de lo que se sigue exigiendo, de lo que aún no ha sido visible para quienes deciden qué voces merecen ser celebradas.
Redacción Reportaje Veracruzano