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La comunidad que desapareció bajo la lluvia: Xaltipa, el pueblo borrado del mapa en la sierra de Ilamatlán

Entre las montañas brumosas del norte de Veracruz, donde los caminos se retuercen entre la niebla y el verdor, existía una comunidad llamada Xaltipa. Hoy, solo queda un domo escolar asomando entre toneladas de lodo y piedra. El resto —sus casas, sus huertos, sus voces— fue devorado por la furia del agua.

Hace apenas doce días, lluvias torrenciales azotaron la sierra de Ilamatlán, una región enclavada en el corazón del Totonacapan. Lo que comenzó como un temporal habitual de octubre, se transformó en un desastre sin precedentes: Xaltipa desapareció al cien por ciento, según relató el profesor Rogaciano Cortés, originario de la zona.

“Solo se ve el domo. Todo lo demás fue sepultado. Esa comunidad ya no existe”, dice Cortés con voz entrecortada durante una conferencia en Xalapa. “Vamos a necesitar reubicar a las familias, construir escuelas nuevas, levantar desde cero lo que el agua se llevó”.

Un pueblo borrado por la tierra

La catástrofe dejó a unas 350 personas sin hogar, mientras que otras 6 mil de comunidades cercanas —Chahuatlán, Atempa, Tenexco, Compextla, Apachitla, Xoxotla, San Pablo y San Mateo— sufren los estragos del aislamiento. Puentes destruidos, caminos cubiertos de escombro, enfermos sin atención y mujeres embarazadas atrapadas en pueblos incomunicados componen el nuevo paisaje de Ilamatlán.

Los habitantes han recibido despensas, pero no todo lo que llega sirve para sostenerlos. “La gente del campo no come de lata. Necesitan maíz, frijol, chiles, tomates. Comida viva”, explica el maestro, en un reclamo que también es súplica.

Las maestras que no regresaron

Entre la devastación persiste un drama aún más doloroso: dos maestras y sus familias continúan desaparecidas.
Una de ellas, Sonia, desapareció junto a su madre Alselma y su hija pequeña. La otra, María Guadalupe Hernández, tampoco ha sido localizada, ni su hija Alison. Ambas trabajaban en comunidades vecinas.

“Las estamos buscando a ciegas”, lamenta Cortés. “No tenemos equipo, ni perros de rescate. Solo la gente del pueblo con picos y palas”.

Los reportes ya fueron presentados ante la Fiscalía General del Estado, pero el tiempo y la lluvia juegan en contra. Los cuerpos podrían estar sepultados bajo un “mundo de escombros”, dice el maestro, que ha convertido su dolor en voz colectiva.

La reconstrucción imposible

En un esfuerzo desesperado, el Ejército logró habilitar un puente provisional entre Zontecomatlán y Xoxocapa, vital para llevar ayuda. Sin embargo, la magnitud del desastre rebasa los recursos locales. Cerca de 180 sobrevivientes de Xaltipa fueron trasladados a un albergue en Huayacocotla, donde intentan recomenzar sus vidas.

Mientras tanto, en la montaña, la lluvia sigue cayendo sobre el silencio.

Xaltipa no solo fue arrasada por la naturaleza, sino también por el olvido institucional que suele cubrir a las comunidades indígenas del norte de Veracruz. Allí donde antes resonaban los cantos de escuela y el rumor de los ríos, hoy solo queda el eco del barro y la memoria.

“Pedimos apoyo del gobierno federal y estatal”, insistió el profesor. “No queremos lástima, queremos reconstruir lo nuestro.”

En la sierra, la tragedia tiene nombre propio: Xaltipa, el pueblo que desapareció entre el agua y la tierra. Un recordatorio de que el clima extremo ya no es una amenaza lejana, sino una realidad que, en lugares olvidados, borra comunidades enteras del mapa.


Redacción Reportaje Veracruzano

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