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SILENCIO, CENSURA Y SAQUEO: LA PODREDUMBRE ESTALLA EN LA DIRECCIÓN DE COMUNICACIÓN SOCIAL DEL CONGRESO DE VERACRUZ

Xalapa, Ver.— La bomba que muchos en el Congreso de Veracruz fingían no ver por fin reventó. Lo que hoy se vive en la Dirección General de Comunicación Social no es una “inconsistencia administrativa”, ni un mero retraso en pagos: es una rebelión frontal, alimentada por el hartazgo de medios, columnistas y reporteros que fueron usados, ignorados y finalmente traicionados por un aparato que opera a espaldas de la transparencia y de la gobernadora Rocío Nahle.

El epicentro tiene nombre y apodo: Silverio Quevedo Elox, “Chilito Relleno”, el hombre que llegó al cargo con ínfulas de estratega, pero que —según decenas de medios inconformes— hoy funge como florero de lujo bajo las órdenes de “La Jefa” Mary Vázquez. Desde su arribo, la operación mediática del Congreso cayó en picada: se dejaron de responder llamadas, se congelaron convenios firmados y se suspendieron pagos sin explicación. Eso sí: a los “amigos” afines, a los aliados para el negocio, a esos sí se les mantiene la llave abierta.

La inconformidad ya se desbordó. En Xalapa abundan los medios con montos detenidos; en la zona Veracruz–Boca del Río ya corre, sin filtros ni recato, la verdadera historia del “Chilito Relleno de Pollo”, quien presume operar políticamente para la gobernadora; pero fuentes internas confirman que Nahle ni enterada está de los tejes y manejes de su “protegido”, un personaje que hoy pretende comprar lealtades con medios priistas que jamás le abrieron espacio a la entonces candidata.

Las historias del pasado regresan a perseguirlo. Compañeros de vieja guardia recuerdan cómo Silverio “Que-P-do” fue trabajador editorial a la sombra de los Robles Martínez; cómo su único gran golpe periodístico fue revelar que Patricio Chirinos era potosino; cómo su cercanía con gobiernos panistas, caciques de la cuenca y operadores como Alfredo Gándara y Gina Domínguez le abrió puertas que luego usó para escalar… sin cambiar jamás su talante hermético y sus ansias de negocio.

Otros lo recuerdan en su faceta más pública: adorador del Dios Baco, visitante recurrente de cantinas como La Flor de Liz, el Bar Palacio y la Nueva Bomba. Ahí —según cuentan testigos de aquellos años— nació su infame apodo, cortesía de un volovanero que lo bautizó “Chilito Relleno de Pollo”, cuando Silverio recorría, sin distinción de día ni hora, cada bar del centro histórico porteño.

Pero la pieza clave que explica su vigencia política llegó después: Miguel Ángel Yunes Linares lo impulsó a la CEAP, donde Silverio encontró cobijo, perdón y plataforma. Desde ahí tendió puentes con Morena, particularmente con Eric “Bola Ocho” Cisneros, y se convirtió en un hábil chapulín institucional: sobrevivió a Duarte, Yunes y Cuitláhuac, acumulando relaciones, favores y una lista creciente de compromisos.

Todo explotó cuando Mary Vázquez lo colocó como sustituto de Esaú Valencia en Comunicación Social del Congreso. Y fue entonces cuando —según señalan desde dentro— enloqueció, vio oportunidad de “recuperarse” en lo que resta del año y ordenó detener pagos de convenios ya firmados, rompiendo acuerdos, sembrando molestia y abriendo la puerta a una oleada de golpes mediáticos contra el propio Congreso.

Hoy, la pregunta es inevitable:
¿Hasta dónde permitirá la JUCOPO que un funcionario menor incendie la relación institucional con la prensa veracruzana?

El diputado Esteban Bautista, presidente de la Junta de Coordinación Política, no puede seguir mirando hacia otro lado. La crisis ya está aquí, creciendo, acumulando quejas, erosionando el trabajo que el Congreso había logrado este primer año. Porque si algo está claro es que Silverio Quevedo Elox no solo perdió el piso: está arrastrando a la institución con él.

La rebelión ya empezó.
Y lo que viene —si no se detiene a tiempo— será un incendio político de proporciones mayores.

Redacción Reportaje Veracruzano

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