TUXPAN BAJO FUEGO: EL ASESINATO QUE DESNUDA EL FRACASO DE LA SEGURIDAD EN LA ANÁHUAC

El crimen no sólo ejecutó a un comerciante: ejecutó, también, la ilusión oficial de que Tuxpan está bajo control.
Tuxpan, Ver.— La noche de este miércoles, mientras las autoridades presumen “coordinación” y “operatividad”, la violencia volvió a irrumpir sin resistencia en la colonia Anáhuac. Darío Escobar —propietario del bar El Laboratorio del Raspólogo y vecino del mismo inmueble— fue ejecutado a balazos dentro de su propio negocio, convertido en segundos en un escenario quirúrgico de muerte del que los agresores salieron impunes.
El crimen ocurrió entre la calle 24 de Febrero y la carretera Tuxpan–Tamiahua, una zona donde la presencia policiaca suele ser más fotográfica que efectiva. Los primeros reportes señalan que Darío se encontraba en el área de acceso del bar cuando un comando ingresó, disparó sin titubeos y escapó rumbo desconocido con la misma facilidad con la que se recorre una vía sin vigilancia.
Paramédicos de Protección Civil y Bomberos llegaron sólo para constatar lo obvio: el comerciante ya no presentaba signos vitales. Después vino el ritual de siempre—theater de seguridad—con policías municipales, Marina, SSP, Guardia Nacional y Ejército rodeando el lugar como si el acordonamiento pudiera revertir lo que su ausencia permitió.
Se activaron operativos, filtros de revisión y patrullajes… y, como dicta la crónica repetida del fracaso, ningún resultado.
Ni un detenido. Ni un indicio sobre la ruta de fuga. Ni un solo avance real.
Agentes ministeriales y peritos realizaron el levantamiento de evidencias y transfirieron el cuerpo al Semefo, mientras la Fiscalía abrió una carpeta de investigación que, de entrada, parece condenada a sumarse a la fila de expedientes donde la justicia avanza con la velocidad de la burocracia y la tibieza política.
La pregunta que Tuxpan ya no puede seguir evadiendo es brutalmente simple:
¿Quién gobierna de noche en la Anáhuac: las instituciones… o los ejecutores?
Porque mientras las autoridades repiten discursos, la delincuencia demuestra —una y otra vez— que tiene la logística, el tiempo, la puntería y, sobre todo, la certeza de que nadie la detendrá.
Y ese es el mensaje más peligroso que un crimen puede enviar.
Redacción Reportaje Veracruzano



