Veracruz, Ver.– El caos se apoderó de la avenida Cuauhtémoc, una de las arterias más transitadas del puerto, cuando un operativo de la Policía Naval y Estatal terminó con un hombre abatido, otro detenido y un vehículo asegurado. Una vez más, la violencia no estalló en las sombras de la periferia, sino en el corazón de la ciudad, frente a ciudadanos que quedaron atrapados entre la rutina y el fuego cruzado.
Los hechos ocurrieron en el cruce con República de Costa Rica, en la colonia Cristóbal Colón. Ahí, las fuerzas del orden interceptaron un Chevrolet Aveo negro, placas YBJ-126-A, relacionado con una carpeta de investigación por robo. La orden era clara: detener la unidad. Pero el conductor ignoró la señal y desató la persecución que acabó en plomo.
El copiloto cayó muerto en el lugar. Su acompañante, el conductor, fue detenido. El auto quedó cercado entre cintas amarillas y peritos de la Fiscalía se desplegaron mientras decenas de testigos observaban incrédulos cómo la ciudad se convertía en escenario de guerra.
El cadáver fue trasladado al Semefo de Boca del Río, mientras el detenido enfrentará la maquinaria judicial. Sin embargo, lo que queda en el aire es más perturbador: ¿qué tan podrida está la seguridad en Veracruz cuando el hampa circula con total descaro en vehículos rastreados por carpetas de investigación, hasta que el plomo decide la suerte?
El hermetismo oficial intenta dar carpetazo rápido: “un muerto, un detenido, caso cerrado”. Pero la realidad es mucho más oscura: en Veracruz los asaltantes ya no se esconden; desafían a plena luz del día, en avenidas que deberían ser seguras. Y la pregunta incómoda se impone: ¿es un triunfo de la autoridad… o la prueba más sangrienta de que vivimos bajo la dictadura de la violencia?
Redacción Reportaje Veracruzano
