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Veracruz: El Estado Secuestrado por la Soberbia — Y el Pueblo Despierta

Por Redacción
Columna de Opinión


Hay declaraciones que revelan el talante de un gobernante.
Y hay otras que lo exhiben sin anestesia.

Cuando Rocío Nahle se coloca frente a los micrófonos y lanza —casi como una advertencia, casi como una amenaza— que “gobernar no es para blandengues ni timoratos”, no está presumiendo fortaleza:
está confesando miedo.

Miedo a los cuestionamientos.
Miedo a la crítica.
Miedo al escrutinio que se vuelve huracán cuando la verdad ya no cabe bajo la alfombra del poder.

Porque solo teme quien sabe que ya no convence.

Y solo acusa de “carroña” a sus críticos quien no puede responder con hechos… sino con insultos.


EL TEATRO SE LES CAE… Y LO SABEN

La frase de Nahle pretende sonar firme, pero retumba hueca.
¿Gobernar no es para blandengues?
Correcto.
Entonces, ¿cómo justificar que Veracruz estuvo seis años en manos de un mandatario que ni tomó decisiones, ni dio resultados, ni tuvo liderazgo, ni mostró control, ni ejerció autoridad?

¿Cómo llamar a un gobernador que permitió un daño patrimonial de miles de millones, que hundió a Veracruz en una espiral de violencia, subejercicios y torpeza administrativa monumental?

Blandengue no:
desastre con fuero.

Pero ese es el detalle que en Morena quieren que olvidemos.
Nos creen ingenuos, amnésicos, incapaces de hilar el pasado reciente, incapaces de entender que el desastre de hoy es el resultado directo de las complicidades de ayer.

Y lo más agresivo:
nos lo dicen como si fuéramos una multitud incapaz de ver el truco.


EL TRUCO VIEJO DE UN RÉGIMEN DESGASTADO

En política, los discursos del poder son radiografías emocionales.
Y Nahle nos reveló la suya:
la arrogancia como mecanismo de defensa, el enojo como reflejo y el desprecio como estrategia.

Así funciona la narrativa autoritaria:
quien critica es enemigo,
quien observa es carroñero,
quien exige cuentas es un zopilote.

El objetivo es claro:
convertir la indignación ciudadana en un acto “inmoral”,
mientras se lavan la cara con discursos inflados y cifras maquilladas.

Pero algo cambió.
El pueblo ya no se traga la píldora.


EL JUEGO DE CIFRAS QUE NO CUADRA Y QUE NADIE CREE

Nahle afirma —sin pestañear— que redujo la deuda pública en un 42%.
¿De verdad piensan que no sabemos sumar?

La matemática oficial contradice su narrativa.
Los números bailan.
Los montos se ajustan.
Las cifras se maquillan.
Y la gobernadora confía en que la palabra “deuda” es tan técnica, tan ajena, tan árida, que el ciudadano no sabrá distinguir el truco.

Para eso sirven estas columnas:
para decirles a sus lectores que sí sabemos distinguir la verdad del cuento.


VERACRUZ NO OLVIDA SU HISTORIA… Y TAMPOCO A SUS VERDADEROS GOBERNANTES

Mientras Nahle presume valentía de micrófono, Veracruz recuerda a sus líderes auténticos:
Reyes Heroles, Murillo Vidal, Gutiérrez Barrios…

Hombres de carácter, sí.
Pero también de virtud, visión, principios y moral política.

No es nostalgia:
es contraste.

Porque cuando un estado que ha parido presidentes, intelectuales, estrategas y estadistas queda en manos de la soberbia improvisada,
la caída no sorprende:
se anticipa.


MAQUIAVELO YA LO HABÍA DICHO: SIN VIRTUD, EL PODER SE VUELVE FIERA

A falta de virtud, el gobernante se animaliza.
A falta de moral, gobierna con colmillo.
A falta de principios, sobrevive con miedo.

Eso escribió Maquiavelo hace 1,400 años.
Y hoy, lamentablemente, describe con precisión quirúrgica lo que estamos viendo en Veracruz:
un poder que se justifica por la fuerza,
no por la razón;
por el insulto,
no por la transparencia;
por la soberbia,
no por la verdad.


VERACRUZ ESTÁ DESPIERTO – Y ESO ES LO QUE MÁS LES MOLESTA

No es la crítica lo que les enfurece.
Es el despertar.

Porque un pueblo despierto no se arrodilla.
Un pueblo despierto exige cuentas.
Un pueblo despierto deja de creer discursos.
Un pueblo despierto nota cada mentira,
cada ajuste de cifras,
cada insulto disfrazado de firmeza.

El verdadero miedo del poder es la conciencia colectiva.
Y Veracruz hoy la está recuperando.


Conclusión: El Estado puede fingir fuerza. Pero el pueblo ya no finge que cree.

La historia es generosa con los que gobiernan con decencia,
y brutal con los que gobiernan con soberbia.

No importa cuánto griten.
No importa cuántos insultos repartan.
No importa cuántas cifras acomoden.

La verdad siempre llega.
Y cuando llega…
no hay discurso altanero que la detenga.

Tiempo al tiempo.

Redacción Reportaje Veracruzano

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