¡Poza Rica en el abismo: la vergonzosa farsa de Fernando Remes!

La administración de Fernando Luis Remes Garza como alcalde de Poza Rica, Veracruz (2022–2025) es un retrato descarnado de la ineptitud, la arrogancia y la desconexión con una realidad que apesta a sangre y miedo. Prometió transformar el municipio en un paraíso turístico con parques acuáticos y teleféricos, pero su gestión ha entregado masacres, cuerpos en congeladores y un cinismo que raya en lo insultante. Esto no es un gobierno; es una tragicomedia que los ciudadanos pagan con sus vidas y su dignidad.
Comencemos por la violencia, esa sombra que Remes se niega a mirar mientras Poza Rica se desangra. El 1 de enero de 2023, ocho personas fueron asesinadas en dos bares, un baño de sangre que marcó el año nuevo con luto. ¿La respuesta del alcalde? Una declaración tan absurda como ofensiva: “Poza Rica ha recobrado la tranquilidad”. ¿Tranquilidad? Díganselo a las familias de las víctimas. Su reacción no solo fue evasiva, sino que insultó a los reporteros con un: “¡Ah, chingao! Qué lindo que te gusta escribir”. Este hombre no lidera; escupe desdén mientras el crimen organizado campa a sus anchas.
Y luego, el macabro hallazgo del 13 de agosto de 2023: más de 15 cuerpos embalados en congeladores en la colonia Jardines de Poza Rica. Un horror que podría ser guion de una película de terror, pero que Remes tuvo el descaro de minimizar, asegurando que “todo mundo duerme tranquilo”. ¿Quién duerme tranquilo en un municipio donde los congeladores guardan cadáveres? Su actitud evasiva —dando órdenes a su equipo de seguridad en plena entrevista— no es solo una muestra de ineptitud, sino una bofetada a la ciudadanía que exige respuestas.
Pero la violencia no se limita a los cárteles. En septiembre de 2024, Remes fue acusado de mandar golpear y clausurar chatarreras para favorecer una recicladora propia, según denuncias de Francisco Urióstegui, presidente de CONIMER. ¿Abuso de autoridad? ¿Amenazas a familias de recicladores? Esto no es gobernar; es actuar como un cacique de pueblo que cree que el poder es un garrote para aplastar a los débiles. Su respuesta en redes sociales fue un comunicado vacío, un intento patético de lavar su imagen mientras las denuncias llegaban hasta el escritorio de la presidenta electa.
Y no hablemos solo de violencia física. Remes fue sancionado por el TEPJF por violencia de género contra una servidora pública, obligado a disculparse y a tomar cursos de igualdad. ¿Un líder que violenta a sus propios funcionarios? Eso dice todo sobre su carácter. Añádase a eso el escándalo de su hijo, Roger Remes, haciendo arrancones en un Ford Mustang sin consecuencias, mientras el alcalde cobra 155 mil pesos mensuales —el salario más alto de Veracruz— y se niega a reducirlo. ¿Transparencia? ¿Colaboración? Solo palabras huecas.
La inseguridad no es el único fracaso. Remes prometió resolver el desabasto de agua, mejorar la vialidad y fortalecer la economía, pero Poza Rica sigue ahogada en problemas. Trabajadores sindicalizados protestan por retrasos en pagos, falta de prestaciones y abusos laborales. Su licencia temporal por “problemas de salud” en diciembre de 2024, justo antes de su tercer informe, huele a maniobra política para esquivar el escrutinio. ¿Dónde están los resultados? ¿Dónde está el parque acuático? ¿Dónde está el Poza Rica próspero que prometió?
La verdad es cruda: Fernando Remes ha fallado estrepitosamente. Su gestión es un cóctel de negligencia, soberbia y corrupción que ha dejado a Poza Rica en un estado de indefensión y desesperanza. Cada declaración suya es un insulto a la inteligencia de los ciudadanos; cada día en el poder es una afrenta a las víctimas de la violencia. No es solo que no cumpla: parece disfrutar de la farsa, pavoneándose mientras el municipio se desmorona.
Es hora de exigir cuentas. Los habitantes de Poza Rica merecen un líder que enfrente la realidad, no que la niegue. Merecen seguridad, no discursos vacíos. Merecen respeto, no un alcalde que los traiciona con su indiferencia. Fernando Remes, su tiempo se acaba, y la historia no será amable con usted. La pregunta no es si Poza Rica sobrevivirá a su gobierno, sino cuánto tiempo le tomará al municipio sanar las heridas que su ineptitud ha abierto.
Columna de Opinión Reportaje Veracruzano