Ejecución brutal dentro de bar en Tuxpan exhibe otra vez el fracaso del Estado: comandos armados imponen su ley en la cara de las autoridades

Tuxpan, Ver.- La noche del jueves, en pleno corazón de Tuxpan y a la vista de todos, un hombre fue ejecutado a balazos dentro del bar “La Cabaña”, ubicado sobre la avenida 5 de Mayo esquina con Ignacio de la Llave, en la colonia Zapote Gordo. El asesinato fue tan fulminante como elocuente: los agresores entraron, dispararon y huyeron sin ser detenidos, dejando claro quién manda en las calles del norte veracruzano.
El ataque ocurrió mientras el bar operaba normalmente, con clientes dentro y música de fondo. De pronto, las detonaciones de arma de fuego rompieron la aparente calma. Testigos relataron escenas de caos, gritos y cuerpos tirados al suelo buscando protegerse de las balas. La ejecución fue directa. No hubo amenazas previas. No hubo margen de error.
La víctima, un hombre aún no identificado, fue levantada por peritos forenses y trasladada al SEMEFO, mientras que las autoridades desplegaron un operativo reactivo —otra vez tardío— encabezado por elementos de la Marina Armada de México, Policía Municipal, Secretaría de Seguridad Pública estatal y Ejército Mexicano.
La presencia de las fuerzas armadas solo sirvió para acordonar la escena del crimen. El daño ya estaba hecho. El mensaje, también: los sicarios se sienten con derecho de entrar y salir de un establecimiento comercial sin que nadie los moleste, ni siquiera con la presencia del supuesto “blindaje” que Rocío Nahle y su gabinete de seguridad prometieron desde el arranque de su administración.
La Fiscalía General del Estado ha abierto una carpeta de investigación, pero los antecedentes no son alentadores. Veracruz vive una ola de violencia crónica donde los casos se acumulan y la justicia, si llega, lo hace tarde, mal o nunca. La impunidad sigue siendo el hilo conductor de esta narrativa de sangre que azota al estado.
Este crimen no solo refleja el deterioro de la seguridad en Tuxpan, sino también la incapacidad estructural del Estado veracruzano para garantizar la vida y la tranquilidad de sus ciudadanos. Los bares, las calles, los comercios, incluso las instituciones, han sido rebasadas por la violencia.
La pregunta ya no es quién fue la víctima. La verdadera pregunta es: ¿quién será el siguiente? ¿Y cuántos crímenes más necesita Veracruz para que su gobierno deje de simular que tiene el control?
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