La gobernadora miserable y Morena

Moches, muerte y destrucción. Abandono. Inflación anual en julio de 3.55 %. Crecimiento económico débil. Inseguridad. Colapso. Arribismo de chapulines políticos. Podredumbre institucional. Protección al narco. “Abrazos, no balazos”. Adán Augusto y su cártel, La Barredora. Huachicol. Sangre.
Cada palabra encierra una verdad incómoda del Movimiento de Regeneración Nacional. Y Veracruz, por supuesto, no queda fuera del infierno.
Nuestro estado es gobernado por una persona que ni nació, ni creció, ni le duele Veracruz. Rocío Nahle, zacatecana por origen, pero más aún por desapego. Una funcionaria que se permite llamar “miserables” a los medios, cuando lo único que hacen es retratar su miseria para gobernar.
Hoy Morena ha sido consumida por la ambición desmedida de los que nunca tuvieron nada y ahora lo quieren todo. De los nuevos ricos que saquean como si fueran a morir mañana. Pero no se roban su fortuna —se roban la del pueblo. Se roban la confianza. Y eso es más grave que cualquier cifra.
Esa confianza se pierde con cada bala que mata a un inocente, con cada levantón de un empresario, con cada niño que se queda sin madre o sin padre porque el gobierno decidió no enfrentar al crimen. Se pierde también en cada acto de corrupción de sus cuerpos de seguridad. En cada pacto entre un mando policial o un militar con el narco. Se pierde en cada cobro de piso que deja en la ruina a un comerciante. Y México sangra. Pero Veracruz supura.
Porque aquí el sufrimiento es más evidente, más impune, más descarado.
Rocío Nahle minimiza la violencia como antes lo hizo Cuitláhuac García. Ambos repiten como loros amaestrados que “todo está bien”, que “la oposición exagera”. Pero ya no convencen ni a sus bases. Sólo les creen aquellos adoctrinados por las dádivas del “bienestar” o los que se benefician de la maquinaria corrupta —pero eficiente— de Morena.
Nahle llama miserables a los medios, pero no a quienes siembran el terror en las calles. Más miserable es quien, frente a cámaras y sin un gramo de humanidad, declara:
“Les guste o no, la maestra murió de un infarto.”
¿Ese es el estándar moral de una gobernadora?
¿Justificar el levantón y asesinato de una mujer que, jubilada, se vio obligada a manejar un taxi porque el país no le ofreció otro futuro?
Más miserable es la precariedad. Más miserable es la omisión. Más miserable es hacer de una tragedia un circo. Y más aún, presentar como “solución” a tres chivos expiatorios, cuando los sicarios eran más de cuatro. La gobernadora miente o no sabe contar. Ambas cosas son igual de peligrosas.
Y en uno de sus arranques más desquiciados, casi paranoides, acusó a los medios de estar en un “nado sincronizado”. Como si la prensa fuera una conspiración y no simplemente un espejo de lo que pasa.
Pero nada es más miserable que usar el luto de una familia como escudo político. Hacer una rueda de prensa, con médico forense incluido, para lavarse las manos de un asesinato.
Una maestra. Una trabajadora. Una víctima.
¿Cuántas más hay ahí afuera que Nahle no quiere ver? ¿Cuántas más en riesgo mientras ella se deslinda?
La gobernadora asumió simbólicamente su responsabilidad. Virtualmente. Como si eso bastara. Pero entre el dicho y el hecho hay demasiado trecho. El crimen no ha sido enfrentado, los cobros de piso aumentan, y ayer mismo asesinaron a un teniente de la Marina dentro de un hospital del Bienestar en Tuxpan que era papá de un taxista al que habían baleado un día antes. Pero esta columna no es para que Nahle rinda cuentas: es para que tú, lector, sepas que las cosas no van bien. Y pueden ir peor.
La extorsión va al alza y las autoridades no saben —ni pueden— detenerla. Les falta capacitación, infraestructura, estrategia. Les falta voluntad. La extorsión no es sólo un crimen: es un cáncer que está devorando al país. Mata a la sociedad y también a los políticos. Dígame usted:
¿Cuántos aspirantes de Morena murieron en campaña tan sólo en Veracruz?
A ellos también los alcanzó la violencia. Pero parece que nadie está a salvo, ni el pueblo, ni sus propios cuadros.
Y mientras tanto, Claudia Sheinbaum —desde su burbuja nacional— declara que Nahle está “haciendo un buen trabajo” combatiendo la extorsión.
Lo dice justo cuando los taxistas, hombres y mujeres, protestan por la muerte de la maestra Irma y por las tarifas de hambre que impuso el miserable gobierno de Veracruz.
Epílogo
Si la violencia fuera una moneda, los veracruzanos ya estaríamos en bancarrota. Pero en Morena, mientras la sangre es derramada, siguen contando votos y presupuestos.
Y eso, señora gobernadora, sí es miserable
Columna de opinión de Marco Antonio Palmero Alpirez
REPORTAJE VERACRUZANO
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