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uienes siguieron mis crónicas diarias sobre el pasado festival de Cannes, sabrán que la competencia fue una gran decepción, sobre todo en comparación a la del año pasado. No debe extrañar ese fenómeno. Si Cannes sirve de termómetro para medir tendencias, resulta fácil concluir que 2024 –a menos que Venecia resulte milagroso–va a ser un año de pobre cosecha.
Esta vez los maestros veteranos no llegaron a mostrar su sabiduría, sino su chochez. Ese fue el caso palpable de Megalópolis, el triste regreso de Francis Ford Coppola al cine. Mientras que Oh Canadá, de Paul Schrader, y The Shrouds ( Los sudarios), de David Cronenberg, pueden calificarse de fracasos honorables.
La que también se hizo evidente fue la habilidad de los organizadores del festival para evitar broncas extra cinematográficas. Los rumores de una gran manifestación a la francesa del #Me Too no se cumplieron y todo se redujo a la exhibición de última hora del corto Moi Aussi en la inauguración de la sección Una Cierta Mirada. Dirigido por la actriz Judith Godrèche, quien acusó al cineasta Jacques Doillon de haber abusado de ella, el corto fue decididamente amateur y poco eficaz para la causa.
En cuanto a las manifestaciones pro palestinas estas pudieron evitarse gracias a una temible presencia policiaca. De manera intimidante, efectivos uniformados y soldados armados hasta los dientes patrullaban las vías aledañas al Palais del festival, como para disuadirlo a uno a cruzar una calle fuera de las cebras. Las manifestaciones de apoyo se quedaron en detalles como el vestido con los colores de la bandera palestina, usado por Cate Blanchett en la alfombra roja.
Tampoco ocurrió la huelga de los trabajadores descontentos del festival. Uno supone se llegó a un arreglo satisfactorio para ambas partes.
Por otro lado, no ayudó al ambiente festivo la crisis económica que aún sufre Hollywood después de la huelga de guionistas y actores, y, sobre todo, las pobres recaudaciones en la taquilla. Por ejemplo, este año se echaron de menos los espectaculares anuncios de próximos estrenos en la Croisette. También se reportó –porque a mí no me invitaron– que las fiestas de las grandes compañías hollywoodenses se cancelaron o se hicieron en plan económico. En contraste, por ejemplo, a la fiesta celebratoria de Top Gun: Maverick hace dos años, en que se ofrecía langosta a los invitados, en la de Furiosa con trabajo se llegaba a los palitos de apio. Fue un Cannes deslucido en todos los sentidos.
Eso sí, el Mercado del Film se llevó a cabo con la usual actividad de compraventa, concentrada en la primera semana del festival. Para el segundo martes, el mercado era ya un pueblo fantasma. Por cierto, hasta ahora, se reporta que ninguna distribuidora gringa se ha atrevido a comprar The Apprentice ( El aprendiz), de Ali Abbasi, la biopic sobre el proceso de corrupción de un joven Donald Trump. ¿Les temerán a las represalias de quien todavía podría ser el próximo presidente de Estados Unidos?
No podía faltar mi reporte climatológico. Salvo tres primeros días de llovizna ligera, el clima colaboró con un ambiente soleado, aunque algo fresco. O sea, tibio, como todo el festival.
X: @walyder
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