Una vez más, Cuitláhuac García Jiménez, gobernador de Veracruz, muestra su alarmante incapacidad para tratar con seriedad y sensibilidad las tragedias que asolan su estado. En esta ocasión, su desdén quedó expuesto tras minimizar el brutal asesinato del cineasta Víctor Muro Velázquez, asesinado y cercenado en Xalapa, un crimen que conmocionó al gremio artístico y a la sociedad. Pero, en lugar de mostrar empatía y compromiso con la justicia, el gobernador optó por una defensa fría y cuestionable: “no era un cineasta”, dijo, sino un simple empleado que ponía luces en películas.
¿Realmente importa la ocupación exacta de la víctima cuando lo que está en juego es la vida de un ser humano brutalmente asesinado? La respuesta de García Jiménez revela una profunda falta de respeto no solo hacia la memoria de Víctor Muro, sino también hacia una industria que ha sido crucial para el tejido cultural y social del país. Parece que, para el gobernador, solo los nombres con reconocimiento mediático merecen atención. ¿Habría reaccionado igual si la víctima fuera alguien cercano a su círculo familiar o profesional?
Es aquí donde entra la irónica coincidencia: Tonatiuh García, hermano del gobernador, es un cineasta destacado, director de la película Luna Negra, un filme que no solo contó con los recursos necesarios para llegar a la gran pantalla, sino también con la logística y diligencias que muchos otros cineastas no logran obtener. ¿Qué opina él de las declaraciones de su hermano? ¿Coincidiría con la visión reduccionista que, al parecer, considera a un técnico de luces menos merecedor de justicia y reconocimiento?
La tragedia de Víctor Muro es doble. Por un lado, perdió la vida de manera brutal. Por el otro, su memoria es pisoteada por un mandatario que, en lugar de buscar soluciones, se refugia en tecnicismos inútiles para desviar la atención de la realidad: Veracruz es un estado azotado por la violencia, donde el arte y la cultura también son víctimas de un entorno hostil. Mientras algunos cineastas tienen la suerte de contar con recursos y apoyo, otros, como Muro, enfrentan un ambiente de precariedad, inseguridad y desamparo.
¿Qué busca Cuitláhuac García al minimizar este crimen? ¿Evitar la atención pública en un tema que expone la vulnerabilidad de los creadores y ciudadanos en su estado? Su respuesta no solo refleja su falta de sensibilidad, sino también un desprecio absoluto hacia una comunidad artística que, más que nunca, necesita protección y reconocimiento.
¿Será que el gobernador necesita de un cineasta en su equipo de asesores? Quizás su propio hermano, Tonatiuh García, podría iluminarle sobre la importancia de todas las personas que contribuyen al séptimo arte, desde el director hasta el técnico de luces. Todos, sin excepción, forman parte de un engranaje vital para la cultura de un país. ¿O acaso solo las historias que llegan a la pantalla grande merecen ser contadas?
La indolencia de García Jiménez ante este asesinato nos lleva a cuestionar: ¿Qué clase de gobernante minimiza la vida de un ciudadano basándose en su ocupación? ¿En qué momento se decidió que solo ciertos sectores son dignos de justicia y atención? Mientras el gobernador sigue repartiendo declaraciones desafortunadas, la violencia continúa cobrando víctimas en Veracruz, y la impunidad sigue siendo el verdadero protagonista de esta historia de terror.
Porque al final, en la película de Cuitláhuac García, solo unos pocos merecen ser vistos.
Redacción Reportaje Veracruzano
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