▲ A su bravura exigente, demasiados ejemplares aunaron notables cualidades en sus embestidas, desaprovechados por una dudosa selección de novilleros.Foto Tinta Francisco Álvarez
A
una maestra le escuché decir que en el mundo sobran monumentos a la libertad, pero que no hay uno solo en honor de la responsabilidad. Factor determinante detrás de toda crisis es la falta de responsabilidad, individual y colectiva, con madurez asumida y compartida. Ahora bien, ¿debemos entender la responsabilidad sólo como condición responsable y aceptación de las consecuencias de nuestros actos o, igualmente, como habilidad para responder, con profesionalismo y ética, ante el compromiso humano y cultural de la vida, entendida como valiosa oportunidad y no como fastidiosa obligación?
Lo anterior, ante las vergonzosas loas y justificaciones cínicas que los jilgueritos del monopolio y críticos positivos
han dedicado a la empresa de la Plaza México con motivo de la segunda novillada de triunfadores
y, afortunadamente, última de un desastroso serial, caracterizado por criterios antojadizos en cuanto a la selección y combinación de toreros, con nueve desalmados carteles sin otro criterio que la voluntad del gerente o gerentes –tan importante empresa tiene distintas cabezas, aunque de todas no se haga una– para anunciar nueve ternas completas sin dejar un lugar libre, como se hizo siempre que se buscaba el éxito, para poner a quien hubiese estado bien en el festejo anterior. Así, los muchachos que triunfaron en los carteles iniciales desmotivados volvieron a ver un pitón luego de tres meses. Resultado: discretos triunfos que no fueron asegundados tras 90 días sin torear.
Incuestionablemente, las ganaderías lidiadas fueron las únicas triunfadoras de la malograda temporada, destacando por su bravura exigente Fernando Lomelí, La Playa, Gonzalo Iturbe, Tenopala y San Martín. ¿Los logros? 66 novillos, la mitad de los cuales debió haberse ido sin orejas, 26 novilleros, cinco orejas y 11 entradas con 2 o 3 mil asistentes donde caben 42 mil, si bien los jilgueritos veían un cuarto de entrada o más. Con tan complaciente autorregulación empresarial y taurina, ni para dónde hacerse.
El Zócalo capitalino volvió a dar cabida a la tradición taurina de México con motivo de la Feria Internacional del Libro de la CDMX, donde ayer a las 12 horas se llevó a cabo la presentación de Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral, de la doctora Fernanda Haro; el Anuario Taurino, de El Programa de la Plaza México, con la licenciada Fernanda Jiménez, y la mesa de diálogo Tauromaquia en México, hacia los 500 años
, con Salvador García Bolio.
La plática se efectuó en la explanada del Zócalo, donde se dieron algunos de los primeros festejos taurinos junto con otros en la sede de la Suprema Corte de Justicia, donde se corrían toros en la llamada plaza de El Volador. Todo esto resulta surrealista. ¿Quién imaginaría que un grupo de taurófilos estuviera celebrando aquí el inicio de los proyectos para festejar en 2026 los primeros 500 años de la tauromaquia de México? Periodistas y aficionados en sus redes sociales deben difundir este momento, con la impresión de los antis y del público en general de ver que fue posible que un grupo de taurinos se posicionara en el Zócalo para este histórico evento, concluyó García Bolio.
Se llamaba Juanito y lo quisimos mucho cuantos tuvimos el placer de conocerlo y tratarlo. Ya descansó de decirle sí a la vida, a su amada fiesta de toros, a su vocación de médico veterinario zootecnista y maestro universitario. Nos deja su afable sonrisa y su pasión de aficionado culto y benévolo. Un abrazo fuerte a los Nachos que, animados por el doctor, seguirán tan perniciosos como siempre.
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