El agudo escritor y aficionado José Bergamín dejó dicho que: “una corrida de toros es un espectáculo inmoral, y, por consiguiente, educador de la inteligencia”. El autor madrileño aludía a esa inmoralidad capaz de cuestionar los valores convencionales y la milenaria hipocresía en torno a la vida, al cuerpo, al pensamiento y a la muerte, a través de un espectáculo esencialmente dramático que, por el creciente analfabetismo de promotores taurinos y públicos, se ha reducido a caricatura del apasionante encuentro sacrificial que llegó a ser.
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