La emboscada en Cardel: ejecución de policías expone una red de poder y complicidad en Veracruz

Un ataque quirúrgico, una camioneta de lujo y un delegado en la mira
El brutal asesinato de cuatro policías estatales en la autopista Nautla-Cardel no es solo un episodio más de la violencia en Veracruz. Es la radiografía de un sistema colapsado, donde las líneas entre el crimen organizado y las instituciones de seguridad se desdibujan peligrosamente.

LA SECRETARIA DE SEGURIDAD PÚBLICA (SSP) HASTA EL CIERRE DE ESTA EDICIÓN NO HA DADO INFORME OFICIAL DE LOS HECHOS.
Han pasado horas desde la emboscada que acabó con la vida de dos mujeres policía, identificadas como “Jaguar” y “Cleopatra”, así como Pedro Madrigal Hernández, de Papantla y otro oficial. El ataque fue quirúrgico: un comando armado interceptó su camioneta (un vehículo de lujo propiedad del delegado de la Policía Estatal en Cardel, conocido como “El Perry”) y los ejecutó sin margen de respuesta. Pero el saldo de la masacre no terminó ahí: Octavio “N”, enlace jurídico de la SSP, fue secuestrado en el mismo atentado.

Desde ese momento, el silencio se ha vuelto ensordecedor.
¿Por qué estaban ahí? ¿Por qué en esa camioneta? ¿Por qué ese grupo?
Las preguntas se acumulan y las respuestas no llegan. El hecho de que los oficiales viajaban en un vehículo ligado directamente a un alto mando de la SSP añade una capa de opacidad al caso. ¿Eran objetivos específicos o víctimas colaterales de una pugna interna?

El ataque tiene todas las señales de un ajuste de cuentas meticulosamente planeado. No fue un enfrentamiento ni un asalto fortuito: fue una ejecución. Y la pregunta que nadie en el gobierno quiere responder es quién dio la orden y por qué.
Operativos sin resultados: la ceguera oficial ante un Veracruz en llamas
La respuesta del Estado fue inmediata pero ineficaz. Helicópteros de la Policía Estatal, despliegues de la Guardia Nacional, la Marina y la SEDENA… pero ni un solo detenido. Los agresores desaparecieron sin dejar rastro, como si hubieran contado con la ventaja del tiempo y del conocimiento del terreno.
El patrón se repite: operativos reactivos, espectáculos mediáticos y ninguna estrategia de contención real. El sur de Veracruz está sumido en el terror del cobro de piso, mientras el norte –Poza Rica, Tuxpan y Tihuatlán– se ha convertido en un campo de cacería donde los negocios y los empresarios huyen, y ahora, incluso los policías son ejecutados en emboscadas de precisión quirúrgica.

El Perry, la SSP y la impunidad estructural
El hecho de que la camioneta perteneciera a “El Perry” no es un detalle menor. ¿Por qué un delegado de la SSP tiene a su disposición un vehículo de lujo? ¿Por qué sus subordinados viajaban en él el día del ataque? ¿Qué relación tenía con el grupo emboscado?
Este ataque no es un hecho aislado, sino una grieta en la narrativa de “seguridad y progreso” que el gobierno de Rocío Nahle intenta sostener. La violencia en Veracruz no es solo un problema de criminales enfrentándose entre sí: es la consecuencia directa de un sistema donde el crimen y la autoridad parecen jugar en el mismo equipo.
La emboscada de Cardel es más que una masacre. Es un mensaje. Y el gobierno de Veracruz parece no tener interés en leerlo.
Redacción Reportaje Veracruzano