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El grito silenciado de Poza Rica: la inseguridad que consume una ciudad


En lo que va de 2025, Poza Rica, Veracruz, se ahoga en una ola de inseguridad que parece no tener fin. Esta ciudad, que alguna vez brilló como un emblema de la industria petrolera, hoy es rehén del miedo, con días marcados por sangre y titulares que narran una violencia desbocada.

Los hechos recientes, incluido el secuestro de un comerciante y un ataque armado en el corazón de la ciudad, son un recordatorio cruel de que la paz es un recuerdo lejano. Y en el centro de esta crisis, muchos señalan al alcalde Fernando Luis Remes Garza, cuya gestión —según los ciudadanos— ha permitido que el caos prospere, mientras planea dejar a su supuesta sucesora, Adanely Rodríguez Rodríguez, como su títere en la alcaldía, perpetuando un ciclo que amenaza con prolongar el sufrimiento.

Ayer, 24 de abril, la violencia volvió a golpear con fuerza. Por la mañana, en la colonia Lázaro Cárdenas, Carlos N., un comerciante panadero, fue secuestrado a plena luz del día, un acto que expone la audacia de los criminales y la fragilidad de la seguridad en la ciudad. Esa misma noche, una pareja fue baleada en el centro de Poza Rica, un ataque que estremeció una zona que debería ser el rostro vivo de la ciudad, pero que ahora es escenario de terror.

Estos episodios se suman a una lista dolorosa: el 18 de abril, un doble homicidio en la colonia Revolución dejó los cuerpos torturados de José Iván N. y Carlos Francisco N., en un crimen ligado al narcotráfico. El 21 de abril, un joven fue secuestrado frente al gimnasio Wynn Sport, en la colonia Cazones, a la vista de todos. Y el 24 de abril, otro ataque armado contra una pareja en el bulevar Adolfo Ruiz Cortines, cerca de la avenida Constitución, mantuvo a la ciudad en vilo.

La indignación en las redes sociales es palpable. Usuarios como @GOLDENJETSIR en X describen a Poza Rica como un lugar “podrido” por el cobro de piso y las extorsiones, donde comerciantes como Carlos N. y empresarios viven bajo amenaza constante. Reportes en la plataforma hablan de robos diarios y operativos policiales que no logran calmar el temor. El Hospital Regional de Poza Rica reporta un aumento en heridos por arma de fuego, un eco de los “hechos sangrientos” que azotan la región norte de Veracruz.

Pero más allá de los números, lo que resuena es la percepción de abandono, y muchos apuntan al alcalde Remes Garza como el responsable. Su gestión ha sido duramente criticada por su aparente incapacidad para frenar la violencia. Los pozarricenses lo acusan de priorizar sus intereses políticos sobre la seguridad ciudadana, con rumores que circulan en redes y conversaciones locales señalando que busca imponer a Adanely Rodríguez Rodríguez como su sucesora para mantener el control del municipio.

Esta maniobra, de concretarse, podría perpetuar las mismas políticas que han permitido que el crimen organizado se afiance en la ciudad. La ubicación estratégica de Poza Rica, cerca de Tamaulipas, la convierte en un botín para grupos criminales, y la falta de una estrategia efectiva ha dejado el camino libre para el narcotráfico, los secuestros y las extorsiones. Las declaraciones del alcalde, como las de 2023, minimizando los ataques como “ajustes de cuentas”, solo han avivado la percepción de indiferencia. Incluso la gobernadora Rocío Nahle, al calificar el ataque del 24 de abril como “muy extraño”, no ofrece respuestas claras.

La inseguridad en Poza Rica no es solo un problema de crimen organizado; es un síntoma de desigualdades, desempleo y un tejido social roto. Negocios nocturnos en la avenida 20 de Noviembre languidecen por la ausencia de clientes, atemorizados por las balas. Músicos y trabajadores de bares renuncian para salvar sus vidas, y empresarios como el anónimo “Rubén” ven sus legados en riesgo. La economía local colapsa bajo el peso del miedo, y la esperanza se desvanece.

Para revertir esta tragedia, Poza Rica necesita más que operativos de la Guardia Nacional o la Policía Estatal, que hasta ahora han sido insuficientes. Se requiere un liderazgo comprometido, no uno que anteponga ambiciones políticas al bienestar ciudadano. Un enfoque integral debe combinar seguridad con políticas que ataquen la pobreza, la falta de oportunidades y la influencia del crimen en las comunidades. La coordinación entre los tres niveles de gobierno, la transparencia en las investigaciones y la protección de sectores vulnerables —como comerciantes y periodistas— son urgentes. Programas de prevención para jóvenes en riesgo de ser cooptados por el crimen son igualmente cruciales.

Poza Rica no merece ser un cementerio de sueños. Es una ciudad de gente resiliente que clama por justicia y paz. Los hechos de ayer —el secuestro de Carlos N. y el baleo en el centro— son un grito de auxilio. Si Remes Garza y su posible sucesora no cambian el rumbo, la violencia seguirá siendo la dueña de las calles. Es hora de romper el silencio cómplice, de exigir cuentas y de actuar antes de que el miedo se convierta en la única herencia de esta ciudad.


Por: Armando Ibáñez

Columna Reportaje Veracruzano

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