Golpean con un mazo cajeros en Xalapa sin que autoridades intervinieran

Xalapa, Veracruz – En una ciudad donde la seguridad presume estar a la vuelta de la esquina, la madrugada de este jueves dejó al descubierto una verdad incómoda: ni los centros neurálgicos del poder están exentos de la impunidad.
Cinco cajeros automáticos del banco BBVA, ubicados en el punto más vigilado de la capital veracruzana —en la intersección de las calles Lucio y Enríquez, justo debajo del emblemático Edificio Xalapa y a escasos metros del Palacio de Gobierno y la Secretaría de Seguridad Pública—, fueron brutalmente vandalizados por una pareja armada con un mazo. La escena, más propia de una película distópica que de una ciudad que se dice bajo resguardo, ocurrió sin que un solo uniformado interviniera.

Testigos describieron una coreografía precisa: un hombre con casco y una mujer vestida de rojo y negro irrumpieron en la zona de cajeros durante la madrugada. No hubo prisas. No hubo interrupciones. Solo golpes certeros a las pantallas, como una declaración violenta contra un sistema o, tal vez, una metáfora de la vulnerabilidad institucional.
Los ciudadanos, incrédulos, buscaron ayuda. Policías estatales apostados frente al Palacio de Gobierno —literalmente a unos pasos— se deslindaron: “Nuestra función es custodiar el edificio”, habrían respondido. Esa noche, la ley tenía límites geográficos.
Al amanecer, el daño era evidente: al menos cinco equipos inutilizados, la zona acordonada con cinta amarilla y una sensación de abandono que calaba más que el aire frío de la capital. Aún funcionaban algunos cajeros para retiros, pero la pregunta persistía: ¿cómo es que un ataque de tal magnitud se consumó impunemente en la cara misma del poder?

Más allá del hecho vandálico, la escena desnuda la fragilidad de los protocolos de respuesta y la desconexión entre el discurso oficial y la realidad cotidiana. ¿Dónde estaban las cámaras de videovigilancia? ¿Dónde quedó el tan cacareado “blindaje” de la zona centro? ¿A quién protege realmente la seguridad pública cuando los ciudadanos quedan en segundo plano?
Este episodio no es solo un daño patrimonial a una institución bancaria: es una grieta en la narrativa del control. Es un recordatorio de que, en Xalapa, ni la cercanía con el poder garantiza protección. Y, peor aún, de que cuando se rompe un cristal… a veces, no suena ninguna alarma.
Redacción Reportaje Veracruzano