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MUJERES DROGAN Y ROBAN A HOMBRES EN VERACRUZ, UN CRIMEN QUE LAS AUTORIDADES IGNORAN

En las sombras de la vibrante vida nocturna de Veracruz, desde los bares petroleros de Poza Rica hasta los antros del malecón de Coatzacoalcos, un depredador sigiloso acecha a hombres desprevenidos. No llevan armas visibles ni máscaras; su arsenal son sonrisas seductoras, bebidas adulteradas y un cinismo que ha convertido la vulnerabilidad masculina en un botín impune. Estas mujeres drogan a sus víctimas —en bares o a través de aplicaciones de citas los contactan, en apps como Tinder, Badoo y Bumble— para despojarlos de dinero, celulares y dignidad, dejando tras de sí un rastro de cuerpos inconscientes y un silencio ensordecedor de las autoridades.

Este no es un delito aislado: es una epidemia subterránea que, desde 2020, ha golpeado de norte a sur del estado, mientras la Fiscalía General de Veracruz y las policías locales miran hacia otro lado.

Un modus operandi letal y descarado

El esquema es tan simple como devastador. En un bar de Veracruz puerto en septiembre de 2020, un comerciante aceptó una bebida de una mujer desconocida; despertó en un motel sin 10 mil pesos ni su teléfono. En Poza Rica, en agosto de 2021, un hombre perdió su vehículo tras ser drogado en un motel por una supuesta conquista nocturna. En Coatzacoalcos, en abril de 2022, otro fue abandonado en un hotel de paso, despojado de todo tras una cita en un antro. Y en Xalapa, en noviembre de 2023, un intento fallido en Plaza Ánimas dejó a un hombre temblando al sospechar que su trago había sido alterado por una mujer insistente. Hasta enero de 2025, en Minatitlán, un usuario de Tinder fue desvalijado de su laptop y efectivo en su propia trampa romántica.

Estos no son casos aislados; forman parte de un patrón criminal que las autoridades se niegan a reconocer. Las sustancias —gotas oftálmicas con ciclopentolato, clonazepam o benzodiacepinas— son administradas con precisión quirúrgica en copas, cervezas o incluso en encuentros íntimos planeados a través de aplicaciones de citas. El resultado: víctimas que despiertan aturdidas, si es que despiertan, y un sistema judicial que las revictimiza con su indiferencia.

Una plaga que cruza el estado

Los casos abarcan todo Veracruz, un estado ya asfixiado por 856 homicidios en 2022 y 18,503 robos en 2023, según la propia Fiscalía. En el norte, Poza Rica y Tuxpan, con sus bares llenos de trabajadores petroleros, son campos de caza ideales. En el centro, Veracruz puerto y Boca del Río, el turismo y la vida nocturna alimentan la impunidad; un turista robado en junio de 2023 en el malecón es solo la punta del iceberg. En el sur, Coatzacoalcos y Minatitlán, donde el crimen organizado reina, estas mujeres operan como sombras oportunistas, robando a comerciantes y viajeros con una audacia que desafía la lógica.

Las aplicaciones de citas han convertido el romance digital en una ruleta rusa. En 2022, un hombre en Veracruz puerto invitó a una mujer de Tinder a su casa y despertó sin nada. En 2024, en Coatzacoalcos, un usuario de Bumble fue drogado en un bar tras un encuentro pactado. Las plataformas, millonarias y omnipresentes, guardan silencio mientras sus algoritmos facilitan el contacto entre víctimas y victimarias.

La vergonzosa inacción oficial

¿Dónde está la Fiscalía General del Estado de Veracruz? Sus estadísticas, frías y estériles, no reconocen esta modalidad como una categoría específica. Los 2,662 casos de narcomenudeo en 2023 podrían ocultar el uso de sedantes para delinquir, pero no hay investigaciones serias, ni operativos, ni siquiera una alerta pública. La policía local, cuando interviene, archiva los casos como robos menores o los desecha por falta de denuncia formal —una excusa conveniente para un sistema que prefiere la inercia a la justicia.

Las víctimas, avergonzadas o incrédulas, rara vez alzan la voz. Los medios locales, como Imagen del Golfo o Diario de Xalapa, reportan incidentes aislados —un hombre drogado en Poza Rica en 2021, otro en Boca del Río en 2023—, pero no hay una cruzada periodística que conecte los puntos. En redes sociales, ciudadanos como @XalapaSegura o @AlertaSurVer gritan advertencias al vacío: “Cuidado con las chicas que te drogan”. Pero el eco no llega a las oficinas de gobierno.

Un silencio que mata

En la Ciudad de México, “las goteras” son un fenómeno mediático desde hace dos décadas, con bandas desmanteladas y titulares escandalosos. En Veracruz, el mismo crimen prospera en la oscuridad, sin nombre ni rostro oficial. ¿Por qué? ¿Es negligencia, incapacidad o algo más siniestro? La ausencia de detenciones masivas —solo rumores de arrestos esporádicos, como en Minatitlán en 2025— sugiere una tolerancia tácita. Mientras tanto, cada hombre drogado es una estadística invisible, un trofeo más para estas seductoras silenciosas que operan con impunidad.

La pregunta que quema

¿Cuántos más tendrán que caer antes de que Veracruz despierte? Las autoridades tienen las herramientas: cámaras en bares, registros de moteles, datos de aplicaciones de citas. Pero prefieren el letargo. Este no es solo un reportaje; es un grito de alarma. Si la Fiscalía no actúa, si los medios no investigan, si las víctimas no denuncian, el reino de estas mujeres sin rostro seguirá creciendo, desde las luces de Poza Rica hasta las sombras de Coatzacoalcos. Veracruz no merece menos que la verdad —y la justicia— que este escándalo exige.

Por: Marco Antonio Palmero Alpirez

Reportaje Veracruzano

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