Tihuatlán: epicentro de una rebelión ciudadana contra uno de los grupos políticos enquistado en la región norte de Veracruz

Tihuatlán, Veracruz, 6 de abril de 2025. En los márgenes donde inicia la Huasteca veracruzana, un fenómeno político está sacudiendo el tablero electoral del estado: la candidatura independiente del empresario Javier Caro Rosas a la presidencia municipal de Tihuatlán. Su aparición no solo rompe con las inercias de una democracia secuestrada por partidos tradicionales, sino que encarna el hartazgo de una ciudadanía cansada de la corrupción, el abandono y la simulación.
A más de veinte años de control político ininterrumpido por una élite que ha mutado de colores, pero no de prácticas, Tihuatlán parece haber encontrado un punto de quiebre. Caro Rosas logró reunir más de tres mil firmas —equivalentes al 10 % del padrón electoral del municipio—, un hecho sin precedentes que lo convierte en el primer aspirante independiente con viabilidad real de competir, sin el respaldo de siglas partidistas ni estructuras financiadas con recursos públicos.

El movimiento que lo impulsa va más allá de su figura: es la expresión organizada de una sociedad que ha sido sistemáticamente excluida del ejercicio real del poder. El grupo político enquistado en Veracruz —integrado por caciques reciclados que operan bajo nuevas siglas, pero con las viejas mañas— ha mantenido a Tihuatlán en un estado de marginación funcional: grandes presupuestos y obras millonarias contrastan con comunidades sin servicios, carreteras destrozadas y ejidos olvidados.
Mientras el discurso oficial habla de “transformación”, en los hechos se ha perfeccionado una maquinaria de control político, donde los recursos públicos operan como herramientas de clientelismo y chantaje. Frente a ello, la candidatura de Caro Rosas representa una amenaza real para quienes, desde hace dos décadas, convirtieron al municipio en un feudo de intereses familiares, complicidades empresariales y pactos cupulares.

“No queremos más de lo mismo”, afirma una comerciante en el tianguis local. Y no es solo una consigna: es la síntesis de un malestar colectivo que ha encontrado un canal de expresión. Caro Rosas, un outsider sin antecedentes en la política tradicional, ha sabido canalizar ese sentimiento con una propuesta que prioriza a las comunidades, el ejercicio transparente del gasto público y la rendición de cuentas.
A diferencia de los partidos que dependen de las estructuras gubernamentales, su campaña se ha construido desde abajo, con asambleas comunitarias, visitas a los ejidos y una presencia activa en redes sociales que ha logrado penetrar especialmente entre los jóvenes y sectores urbanos desencantados. En un municipio con riqueza petrolera, pero servicios públicos colapsados, el mensaje de “recuperar lo que es del pueblo” ha calado hondo.

El desafío, sin embargo, no es menor. La élite corrupta que se recicla en el poder no está dispuesta a ceder espacios sin resistencia. Ya se anticipan campañas de difamación, trabas legales y tentativas para judicializar su candidatura. Caro Rosas sabe que no solo enfrenta una contienda electoral, sino una guerra asimétrica contra una estructura de poder decadente.
Su postulación no es solo una alternativa en la boleta; es un parteaguas para el futuro político del norte veracruzano. Si logra sostener el ímpetu ciudadano y sortear las trampas del sistema, Tihuatlán podría convertirse en el faro de un nuevo modelo de participación ciudadana que contagie a otros municipios atrapados en el mismo ciclo de corrupción y abandono.

Hoy, en la puerta de la Huasteca, un municipio se levanta. Las viejas estructuras tiemblan y la ciudadanía comienza a reconocerse no como espectadora, sino como protagonista de su historia.
Redacción Reportaje Veracruzano