Justicia profanada: el TSJ de Veracruz se estrena entre chamanes, ruda y corrupción disfrazada de misticismo

Xalapa, Ver. – Lo que debía ser el solemne inicio de una gestión en el Poder Judicial de Veracruz se convirtió en una grotesca puesta en escena. La magistrada presidenta Rosalba Hernández Hernández, en lugar de abrir con un mensaje de firmeza contra la corrupción y el rezago que asfixian al Tribunal Superior de Justicia (TSJ), decidió inaugurar su mandato entre chamanes, inciensos y ramos de ruda. Un espectáculo que raya en la ofensa a la laicidad del Estado mexicano y que desnuda la frivolidad con la que se maneja la justicia en la entidad.
El episodio, registrado en video y ampliamente difundido, muestra cómo el máximo órgano de impartición de justicia en Veracruz fue transformado en un ritual místico que, más que honrar tradiciones, exhibe el desdén por la Constitución y por la solemnidad que exige el cargo. El Artículo 40 es claro: México es una República laica. El Artículo 130 refuerza la separación entre Estado e iglesias. Y sin embargo, la primera acción oficial de la nueva presidenta del TSJ fue pisotear esos principios, contaminando con símbolos religiosos un espacio que debería ser intocable.
Mientras los rezos con ruda y el incienso llenaban el aire, los problemas reales seguían intactos: rezago administrativo, tribunales en condiciones deplorables, corrupción incrustada y jueces nombrados por compadrazgos. Una ceremonia hueca, distractora, que busca envolver en humo la podredumbre que desde hace años carcome a la justicia en Veracruz.
Pero el escándalo no termina ahí. Apenas instalada en el cargo, Hernández Hernández permitió —o toleró— que la titular del Órgano de Administración Judicial, Alma Rosa Flores, hiciera y deshiciera con la asignación de plazas para jueces. Movimientos arbitrarios, revocaciones de último minuto, favores pagados con adscripciones. El colmo: premiar a perfiles cuestionados, como la licenciada Dania Pérez Arenas, conocida por múltiples quejas de corrupción y maltrato laboral, a quien le entregaron el Juzgado Segundo de Primera Instancia en Coatepec. Una burla para quienes sí han demostrado mérito y vocación en la carrera judicial.
Este arranque de gestión no solo es un despropósito, sino un síntoma alarmante: la justicia en Veracruz está siendo convertida en un circo místico-político, donde la superstición se usa como cortina de humo para encubrir la misma red de compadrazgos, corrupción y negociaciones turbias que hundieron a la administración anterior de Lisbeth Aurelia Jiménez Aguirre.
¿Dónde queda el compromiso con el pueblo? ¿Dónde la imparcialidad y la rectitud que debe caracterizar al Poder Judicial? El TSJ no es un altar chamánico ni un espacio para limpias con ruda: es la institución donde se define la vida, la libertad y los derechos de los veracruzanos. Si desde el día uno se permite semejante circo, ¿qué se puede esperar en los años por venir?
El pueblo exige justicia, no espectáculos. Veracruz necesita jueces y magistrados con temple, no funcionarios que juegan a la magia mientras las víctimas claman por resoluciones firmes y los corruptos se pasean impunes. La gestión de Rosalba Hernández Hernández comenzó violentando la Constitución, desviándose de la solemnidad institucional y mandando un mensaje funesto: en el Poder Judicial de Veracruz, la justicia sigue secuestrada por la frivolidad y el compadrazgo.
El humo del incienso ya se disipó. Lo que queda es la certeza de que el Poder Judicial de Veracruz empezó muy mal y que la ciudadanía debe exigir cuentas antes de que este circo se convierta en costumbre.
Redacción Reportaje Veracruzano