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Tihuatlán, rehén de clanes: la guerra sucia entre caciques revela un pacto de corrupción de 20 años

Mientras dos marionetas pelean por la alcaldía, los titiriteros amarran contratos, reparten millones y pactan impunidad para seguir exprimiendo el municipio


En Tihuatlán, Veracruz, la democracia no es más que una puesta en escena donde los candidatos son simples actores de una tragicomedia dirigida por titiriteros políticos que, desde hace dos décadas, han saqueado al municipio con absoluta impunidad. Detrás de la supuesta competencia electoral entre Mirta García y Raúl Hernández Gallardo, se esconde un acuerdo turbio entre los mismos clanes que han convertido a Tihuatlán en su negocio personal.

Ambas candidaturas –una por Morena y otra por Movimiento Ciudadano– son el resultado de imposiciones que obedecen a intereses de poder, no a la voluntad del pueblo. La ciudadanía ha sido reducida a espectadora de un teatro político donde los cacicazgos se reparten el botín electoral como lo han hecho durante años, reciclándose entre sí y disfrazando de alternancia lo que en realidad es una rotación pactada del saqueo.

Mirta García, actual secretaria del Ayuntamiento, es la carta fuerte de quienes hoy controlan la administración municipal. Lejos de representar una renovación, su postulación es parte de una maniobra continuista que busca blindar la salida del actual gobierno y proteger los intereses de quienes han usufructuado los recursos públicos sin freno.

Del otro lado, Raúl Hernández no es mejor opción. Sus vínculos con personajes oscuros y sus alianzas bajo la mesa con los mismos actores que dicen combatir, lo convierten en una ficha útil para mantener el control territorial del municipio a cambio de contratos, favores políticos y beneficios económicos.

La estructura detrás de estas candidaturas incluye trueques de cargos, promesas de impunidad y hasta matrimonios políticos entre familias del poder local. El suplente del presidente municipal actual se suma a la planilla contraria, mientras la esposa del presidente –curiosamente– aparece como síndica en el equipo rival. Todo está fríamente calculado: gane quien gane, el negocio sigue.

La presunta “división” entre estos grupos es una farsa. Las disputas públicas son parte de una estrategia para legitimar sus posiciones ante el electorado, mientras bajo la mesa acuerdan obras, contratos, cuotas de poder y reparto de beneficios.

Durante 20 años, los gobiernos municipales han pasado la estafeta entre los mismos apellidos, con una constante: la corrupción. Servicios básicos como agua potable, drenaje, pavimentación o alumbrado han sido relegados a cambio de enriquecimiento personal. Los presidentes se han vuelto millonarios, los ranchos familiares se multiplican, y el pueblo sigue estancado en el subdesarrollo.

Hoy, más que nunca, el futuro de Tihuatlán está en manos de sus ciudadanos. La elección del 1 de junio no es entre dos proyectos distintos: es entre seguir sometidos a una mafia que se disfraza de alternancia o romper con 20 años de saqueo institucionalizado.

Porque si no se despierta ahora, el precio a pagar serán 100 años más de pobreza, marginación y simulación.


Redacción Reportaje Veracruzano

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