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¿Disciplina financiera o simulación? Veracruz entre cifras maquilladas, órdenes paralelas y una Tesorera con más poder que el Secretario

Xalapa, Veracruz.— Mientras la gobernadora Rocío Nahle presume con bombo y platillo el ascenso en la calificación crediticia del estado por parte de HR Ratings —que elevó a “HR A” la calificación de Veracruz y cambió su perspectiva de “positiva” a “estable”—, al interior de la Secretaría de Finanzas y Planeación (SEFIPLAN) lo que realmente impera es un descontrol administrativo rayando en el caos, una guerra interna de egos, descoordinación y, lo más grave, indicios de manejos turbios del dinero del pueblo veracruzano.

Aunque el discurso oficial habla de “disciplina financiera” y “transparencia en el uso de los recursos públicos”, la realidad que se vive tras bambalinas dista mucho de ser ejemplo nacional. En los pasillos de SEFIPLAN ya no se susurran simples diferencias: se vocifera que hay una profunda fractura entre los altos mandos financieros del estado. El secretario Miguel Santiago Reyes Hernández, el subsecretario de Egresos Carlos Adolfo Contreras Muro, el subsecretario de Administración y Finanzas Eric Domínguez Vázquez, y la tesorera Eugenia Guadalupe Blas Nájera, simplemente no se entienden, no se coordinan y no comparten información congruente.

El desorden no es casual ni reciente. Desde el primer día de esta administración, los reportes contables no cuadran. Las instrucciones que recibe cada área no siempre emanan del despacho oficial ni del Palacio de Gobierno. En un escenario inédito, se dice que hay “líneas paralelas de mando” que permean la operatividad de SEFIPLAN, obedeciendo a intereses y compromisos políticos que no siempre coinciden con los de la gobernadora… aunque algunos sí.

¿Quién manda en SEFIPLAN?

La figura que más señalamientos acapara es la tesorera Eugenia Guadalupe Blas Nájera, una pieza clave del círculo íntimo de Rocío Nahle, con quien trabajó estrechamente tanto en PEMEX como en la Secretaría de Energía (SENER) durante el sexenio de López Obrador. Hoy, Blas Nájera no solo concentra el control de la dispersión de recursos públicos, sino que, según fuentes internas, actúa con una autonomía que raya en lo temerario: mueve fondos etiquetados, cambia de rubros sin justificación programática, y omite información clave a sus propios superiores.

Sus manejos se comparan ya con los de la infame “Liquidadora”, esa figura oscura que implementaron gobiernos pasados para manipular el flujo de efectivo estatal —desde Fidel Herrera hasta Miguel Ángel Yunes— y que se presume también fue heredada y sofisticada durante el gobierno de Cuitláhuac García. La actual tesorera estaría repitiendo esa práctica, pero sin ningún contrapeso visible.

Un desastre anunciado desde la entrega-recepción

A esta tormenta se suma la bomba de tiempo que dejó el exsecretario José Luis Lima Franco. Según los propios funcionarios de SEFIPLAN, durante el proceso de entrega-recepción se maquillaron cifras, se omitieron pasivos, y se entregó información parcial y sesgada. La deuda pública que oficialmente no se ha reconocido ha crecido en más de 9 mil millones de pesos tan solo en el primer semestre del año, sin que se haya transparentado en los informes oficiales correspondientes.

Los rubros de deuda, subejercicio y pagos pendientes a la Federación no solo no cuadran, sino que ahora enfrentan requerimientos formales entre funcionarios que ya no confían ni en una llamada ni en un mensaje de WhatsApp: prefieren los oficios firmados para no cargar con culpas ajenas cuando llegue el momento de rendir cuentas ante los órganos de control.

¿Y la gobernadora? Entre aplausos y omisiones

Mientras la casa financiera arde por dentro, Rocío Nahle sigue en su ruta de marketing político, aplaudiendo mejoras de calificación que no reflejan ni el tamaño real de la deuda, ni el caos interno de SEFIPLAN, ni los riesgos de un colapso administrativo que podría derivar en sanciones legales y en escándalos políticos mayúsculos antes de que termine el año.

Si no hay una intervención urgente, lo más probable —y lo más temido— es que las cabezas comiencen a rodar. No por voluntad de justicia o transparencia, sino por el intento de apagar una crisis que amenaza con explotar en la cara del propio gobierno de Nahle.

¿De verdad hay orden en las finanzas de Veracruz o solo una bien montada simulación?

La respuesta, como la deuda, ya no puede seguir escondiéndose.

Redacción Reportaje Veracruzano

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