Orizaba reprime a indígenas ambulantes mientras exalta a figuras de la conquista: la doble cara del gobierno de Juan Manuel Diez Francos

Orizaba, Ver.— En una acción que ha despertado fuerte indignación entre sectores sociales y defensores de derechos humanos, autoridades municipales desalojaron este jueves a por lo menos 25 comerciantes informales —en su mayoría mujeres indígenas provenientes de Ixhuatlancillo— que ocupaban las banquetas de la calle Norte 2, entre Oriente 7 y Oriente 11. El operativo, justificado por “quejas vecinales”, ha sido calificado como un acto de represión selectiva que evidencia el desprecio institucional hacia los pueblos originarios.

Inspectores municipales y elementos de seguridad retiraron puestos, lonas y mercancía con uso de fuerza, sin ofrecer soluciones reales de reubicación. Aunque algunos vendedores acudieron al mercado Melchor Ocampo en busca de alternativas, solo tres fueron atendidos, mientras el resto fue despojado de su sustento sin previo aviso ni opción.

El contraste no podría ser más ofensivo: mientras el gobierno municipal persigue con rigor a indígenas que luchan por sobrevivir, enaltece figuras históricas que representan la traición y la opresión. Juan Manuel Diez Francos, actual alcalde de Orizaba, ha promovido la instalación de monumentos como la estatua de Porfirio Díaz —represor de obreros en la histórica huelga de Río Blanco— y recientemente, de La Malinche, figura polémica asociada a la conquista y sumisión de los pueblos originarios.

La administración de Diez Francos, marcada por un aire de autoritarismo y una obsesión estética con el “orden europeo”, sigue criminalizando la pobreza mientras pavonea un discurso de “progreso” y “desarrollo”. No es casualidad que su mirada urbanista ignore las raíces indígenas y desprecie sus expresiones culturales, mientras promueve símbolos coloniales que perpetúan un modelo de exclusión.
“Nos quitan todo sin darnos nada”, lamentó una vendedora entre lágrimas. “Solo queremos trabajar, no le robamos a nadie. ¿Por qué nos tratan como si no valiéramos?”, expresó mientras recogía lo que quedó de su puesto.

Los operativos, que suelen intensificarse tras los procesos electorales, parecen responder más a una lógica de castigo y control que a una política pública con enfoque humano. En este contexto, la represión no es casualidad: es estrategia.
Lo que ocurre en Orizaba no puede verse como un caso aislado. Es el reflejo de un modelo de gobierno que pisotea a los más pobres, ignora la diversidad cultural y rinde culto a una visión de ciudad excluyente, elitista y colonial.
Redacción Reportaje Veracruzano