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Coxquihui en estado de sitio: política bañada en sangre, narco-drones y un fraude que huele a complicidad oficial

Xalapa, Ver. – La violencia en la Sierra del Totonacapan alcanzó un nuevo nivel de barbarie y podredumbre política. La Fiscalía General del Estado confirmó lo que ya era un secreto a voces: el cuerpo desmembrado de Ramón Valencia Pérez, excandidato de Morena a la alcaldía de Coxquihui, fue hallado en bolsas negras junto con otra víctima en un puente de Espinal. El mensaje es inequívoco: aquí manda el crimen, y los políticos son piezas desechables de su ajedrez sangriento.

Ramón Valencia había sido secuestrado apenas el 8 de septiembre en Sabaneta. Hoy aparece despedazado, con cartulinas que exhiben la brutalidad criminal y la total impunidad. El trasfondo es aún más oscuro: Valencia fue candidato tras heredar la tragedia de su padre, Germán Anuar Valencia, asesinado el primer día de su campaña frente a su propia casa, en un ataque donde hasta un bebé de diez meses fue herido. Por ese crimen se detuvo a Carlos Alberto “N”, tío nada menos que de Lauro Becerra García, alcalde electo de Coxquihui por el PAN.

La misma mañana en que se confirmaba el hallazgo de Ramón, drones cargados con explosivos atacaron la casa de Lauro Becerra, matando a un comerciante que pasaba. El eco de las detonaciones sembró terror en las escuelas; maestros y alumnos vivieron minutos de pánico. ¿Casualidad? ¿Venganza? ¿Una guerra sin reglas donde la política local es rehén del crimen organizado y del poder político?

El saldo es devastador: un municipio con dos exaspirantes a la alcaldía asesinados, un alcalde electo sitiado, escuelas aterrorizadas y un Grito de Independencia cancelado por miedo. El alcalde en funciones, Juan Pablo Gómez Mendoza, lo admite sin pudor: no hay condiciones para garantizar la seguridad ciudadana. La soberanía municipal se ha entregado, de facto, a los grupos armados.

Lo más escandaloso es el silencio cómplice del gobierno estatal y federal, que reducen todo a comunicados forenses mientras Veracruz se desangra. ¿Dónde está la Guardia Nacional? ¿Dónde las fuerzas de inteligencia? ¿O es que la política veracruzana ya aceptó convivir —y negociar— con la barbarie como moneda de poder?

Coxquihui no es un caso aislado, es un espejo del derrumbe institucional en Veracruz: donde la democracia se dirime a balazos, los drones reemplazan a las urnas, y la ciudadanía sobrevive atrapada entre cárteles y gobiernos incapaces —o peor aún, dispuestos— a pactar con ellos.

La pregunta ya no es quién gobierna en Coxquihui, sino si queda algo por gobernar.


Redacción Reportaje Veracruzano

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