Balean a comerciantes y matan a uno en Álamo

Masacre a plena luz del día: comerciantes víctimas del terror armado
Álamo Temapache, Ver., 1 de octubre de 2025 — En un rastro de sangre que confirma el colapso de la seguridad local, un comando irrumpió ayer en la tienda Abarrotes El Sauce y La Palma, ubicada en la colonia Unidad y Trabajo (Benito Juárez), y detonó armas de grueso calibre contra quienes allí se encontraban. El saldo: un comerciante muerto, un lesionado grave y una ciudad ahogada en miedo y silencio.
El ataque: precisión letal en negocio muy conocido
Según los primeros informes, los agresores llegaron sin titubeos al local y abrieron fuego contra los presentes. En el sitio falleció Miguel Palacios, comerciante bien conocido del Mercado Municipal de Álamo, identificado como propietario del establecimiento. Un segundo hombre, su cuñado (dedicado a la venta de pan), resultó gravemente herido y fue trasladado bajo custodia policial para recibir atención médica.
Vecinos relatan que el tiroteo fue seco, certero: no fue una balacera colateral, sino un acto de envío explícito. “Lo balacearon directo”, comenta un testigo. La agresión ocurrió cerca de media tarde, en horario laboral, cuando era previsible que el negocio estuviera abierto y con clientes potenciales.

Tras la agresión, familiares y transeúntes alertaron al 911. Al lugar acudieron uniformados municipales, elementos del Ejército, Guardia Nacional y la Marina, quienes acordonaron la zona mientras peritos y agentes ministeriales recogían evidencias. Hasta el momento no hay detenidos, pese a que el crimen se perpetró en zona urbana con tránsito frecuente.
¿Un hecho aislado… o la manifestación brutal de un Estado fallido?
Este episodio no es el primero en una cadena sangrienta que sacude al norte de Veracruz. Apenas hace semanas, en Álamo Temapache, se registró un ataque armado dentro de un bar, donde murió un elemento del Transporte Público Estatal.
Pero más allá de la recurrencia, lo alarmante es la inoperancia: ningún responsable ha sido detenido, mientras las ejecuciones se acumulan y el tejido social se deshace. El miedo ya no es posible ocultarlo tras puertas cerradas: se siente, se propaga, se enraiza.
Además, este municipio carga con un antecedente ominoso: en julio pasado, una taxista —maestra jubilada— fue secuestrada en Álamo tras negarse a pagar extorsiones. Su cuerpo fue encontrado seis días después, y aunque la gobernadora de Veracruz sostuvo que murió de infarto, la fiscalía confirmó que fue torturada. Esa muerte se inscribe en una escalada que ha convertido al transporte público, al comercio y a las vías de vida básicas en blancos vulnerables.
¿Quién habla de justicia en Álamo?
El municipio de Álamo Temapache cuenta con una población de más de 100 mil habitantes y una economía fuertemente ligada al comercio y la agricultura —naranjas, hortalizas, pequeños negocios locales—. Para sus habitantes, los comercios son no solo su sustento, sino la vida diaria, expuesta ya con una violencia imparable.
El gobierno local —cuyo presidente municipal es Jorge Vera Hernández— debe responder: ¿cómo es posible que un grupo armado ingrese a una tienda en colonia urbana, abra fuego y escape sin ser aprehendido? ¿Dónde estaban las patrullas, las rondas, las advertencias? ¿Cuál es el papel de la Fiscalía estatal en la contención de la espiral criminal?
Mientras tanto, el clamor de la gente es claro: “¿Hasta cuándo seguiremos enterrando sueños, vidas y esperanzas?” Detrás de las fachadas tranquilas de Álamo, el silencio ya no basta como refugio, porque cada nuevo nombre que se suma es un golpe contra la razón: el Estado ha abandonado a su gente.
Exigencia urgente: esclarecer y proteger
Con esta agresión, los ciudadanos demandan:
- Detención inmediata y pública de los responsables del ataque.
- Transparencia total en la investigación y castigo ejemplar.
- Refuerzo real y permanente de seguridad en zonas comerciales y colonias vulnerables.
- Protección efectiva para comerciantes, transportistas y vecinos que han sido blancos sistemáticos del crimen organizado.
- Coordinación estatal y federal, pues el derrumbe institucional no puede resolverse desde un municipio aislado.
Álamo ya no acepta discursos vacíos. Cada bala que resuena en sus calles añade un reclamo urgente: que la autoridad actúe, que la impunidad termine, que Álamo recupere el derecho más básico: vivir sin miedo.