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De Tuxpan a Coatzacoalcos: una crónica de deriva, asombro y olvidos

Una jornada nocturna presenció cómo cientos de linternas, cámaras de celular y risas se conjugaron para acompañar un espectáculo singular: la llegada de la estructura de madera, metal y concreto del restaurante flotante El Atracadero —que se desprendió del malecón de Tuxpan— encallada frente a la playa de Coatzacoalcos, tras un inusitado viaje impulsado por las lluvias, el río y la corriente costera.

I. El origen de la deriva

El lunes 10 de octubre de 2025, el desborde de los ríos —Río Tuxpan, Río Pantepec— producto de lluvias intensas en el norte de Veracruz provocó inundaciones, remoción de tierra y corrientes incontroladas.
Entre los daños más atisbados mediáticamente apareció “El Atracadero”, un restaurante flotante que desde su amarre en Tuxpan fue engullido por la fuerza del agua.

Según informes, la estructura no se soltó entera: se dividió en dos módulos. Uno —la zona de cocina y baños— fue asegurado en Alvarado; otro —la sección de mesas, sillas y barra— se desplazó hasta casi la región sur del estado.
Una nota incluso reporta que el desplazamiento superó los 573 kilómetros de litoral veracruzano hasta topar con la costa de Coatzacoalcos.

II. Un viaje forzado hacia el sur

El módulo que viajó —flotando, arrastrado— se convirtió en fenómeno: pescadores lo avistaron, cámaras lo captaron, y ciudadanos lo fotografiaron desde la playa. Frente a la colonia Playa Sol, Coatzacoalcos, la inmensa estructura varada generó asombro y curiosidad.

“Es algo inusual de ver… desde donde viene flotando el restaurante, es algo impresionante” — dijo un testigo citado por un medio.

El contexto: una tormenta, corrientes inusuales, una pieza de la ciudad que se desprende y viaja. Nada de esto ocurría hace décadas; incluso para un estado acostumbrado a huracanes e inundaciones parece un suceso casi fantástico.

III. Más allá del viral: entre lo lúdico y lo precario

El arrastre de “El Atracadero” despertó dos pulsiones opuestas. Por un lado, la imagen se convirtió en viral, en meme quizá: el restaurante que “viajó más municipios que la gobernadora”. Por otro, es un testimonio de la vulnerabilidad: negocios que no fueron asegurados, infraestructura que cede ante la naturaleza, comunidades que sufren inundaciones.

La gobernadora del estado y sus declaraciones no han sido el centro mediático —este restaurante sí lo fue— y eso plantea preguntas sobre qué se vuelve “noticia” y qué permanece en lo cotidiano del desastre.

IV. Las playas del sur lo reciben (y lo convierten en fiesta)

En Coatzacoalcos la estructura ya no es solo un resto flotante: algunos ya lo visitan, otros lo fotografían como atracción improvisada, otros lo transforman en escenario de fogatas, música y fiesta costera.
La nota original que mencionaste habla de cómo “esta noche hasta fogatas hicieron para ahí armar la fiesta”. Esa doble dimensión —lo que queda de un desastre convertido en escena festiva— es fascinante: ¿es apropiado celebrar sobre restos de un daño mayor? ¿Qué significado tiene para quienes lo disfrutan?

V. ¿Qué pasa con la estructura? ¿Y con los damnificados?

Las autoridades de la Secretaría de Marina (Semar) ya intervinieron: confirmaron que la estructura no representa peligro para embarcaciones porque quedó encallada a menos de 600 metros de la costa.
Sin embargo, aún está por verse:

  • Si la estructura podrá ser recuperada o remontada a Tuxpan.
  • Cuál será el destino del módulo: ¿se convertirá en atracción turística, será demolido, o simplemente abandonado?
  • Cuántos otros negocios afectados han quedado en la penumbra mediática mientras un restaurante flotante navega hacia la viralidad.

VI. Reflexión: la deriva como metáfora

Que un restaurante flotante abandone su punto de origen y viaje por kilómetros es símbolo de muchas cosas: del desplazamiento de la infraestructura ante la fuerza del agua; del vínculo entre mar, río y ciudad en Veracruz; de cómo un suceso curioso puede ilustrar realidades más serias: cambio climático, fenómenos extremos, fallas de aseguramiento.

Y también es metáfora de la memoria: este restaurante que se mueve de puerto en puerto –de Tuxpan a Coatzacoalcos– lleva consigo un pedazo de historia local, de comunidad, de gastronomía. Quizá para muchos era solo una escenografía de fin de semana; para otros, un testigo del río que se revela.

VII. Epílogo imaginario

Esta noche, mientras la marea baja y las fogatas arden en la playa frente a la estructura derivada, cabe preguntar: ¿qué se está celebrando? ¿La llegada, el daño, la sorpresa? ¿O simplemente que la vida continúa y que en medio del desastre, la comunidad hace lo suyo? Una combinación de ambas.

Mientras tanto, el Atracadero reposa en esta costa del sur de Veracruz. Espera: quizá remolque, quizá abandono, quizá nuevo uso. Y nosotros, miramos, fotografiamos, comentamos… y sentimos que algo cambió: un restaurante flotante que fue parte del paisaje de Tuxpan es ahora historia y testigo viviente en otro rincón del litoral.


Redacción Reportaje Veracruzano

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