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Los Tuxtlas agoniza: el paraíso que México dejó morir

Entre el humo del tabaco, el mugir del ganado y el silencio de los árboles talados, se extingue una de las joyas naturales más valiosas de Veracruz.

Por Armando Azamar Fonseca | San Andrés Tuxtla, Ver.

A casi tres décadas de haber sido declarada Reserva de la Biosfera, la selva de Los Tuxtlas se consume lentamente bajo el filo de las motosierras y la expansión del ganado. Lo que alguna vez fue un pulmón verde de 30 mil hectáreas de selva virgen, hoy apenas conserva una tercera parte de su extensión original. De aquel refugio de vida tropical solo quedan unas 10 mil hectáreas, aisladas, fragmentadas y en constante amenaza.

“Estamos viendo morir a Los Tuxtlas frente a nuestros ojos”, lamenta Eduardo Álvarez Ríos, integrante de la organización Defensores de Medio Ambiente de Los Tuxtlas A.C. “La ganadería, el tabaco y la tala ilegal han arrasado con lo que era un santuario de biodiversidad”.

La selva convertida en potrero

El avance de la ganadería extensiva es el golpe más brutal. Los productores, colindantes con la zona protegida, desmontan selva para sembrar pasto, reemplazando la espesura tropical por horizontes vacíos de alambre y lodo. En este proceso, las raíces centenarias de árboles que daban sombra al jaguar y al tucán son reducidas a ceniza.
“Los ganaderos ven la vegetación como estorbo, no como vida”, dice el ambientalista.

El veneno del tabaco

El otro enemigo crece en hileras verdes: el cultivo de tabaco, intensivo en agroquímicos, destruye el suelo y envenena los manantiales. Álvarez Ríos recuerda el caso de San Simón, en San Andrés Tuxtla, donde un sembradío estuvo a punto de contaminar el agua de la reserva. Aunque PROFEPA clausuró el proyecto, la práctica persiste en otras comunidades. “Para sembrar, primero tiran todos los árboles —explica—, y los químicos que usan se infiltran hasta los arroyos”.

Tala clandestina y corrupción

La tala ilegal es el tercer clavo en el ataúd. De acuerdo con los defensores ambientales, las motosierras operan con total impunidad, amparadas por corrupción entre policías, ministeriales y talamontes. El comercio clandestino de madera —que se vende sin rastro en aserraderos locales— ha crecido en los últimos años ante la inacción de las autoridades.
“La oficina de la PROFEPA en Catemaco está acéfala —denuncia Álvarez Ríos—. No hay quién actúe. Los reportes se acumulan y la selva sigue cayendo”.

Consecuencias irreversibles

El deterioro de Los Tuxtlas no es solo visual: las especies desaparecen. Aves, reptiles y mamíferos que alguna vez fueron emblemas de la región ya no se avistan. El microclima selvático, que regulaba las lluvias y la temperatura, ha cambiado. Los campesinos reportan sequías atípicas y lluvias torrenciales repentinas.
“La selva ya no protege el suelo ni mitiga el cambio climático”, afirma el activista. “Cada árbol talado es un golpe al equilibrio que nos mantenía con vida.”

Un llamado desde la última trinchera verde

Los Tuxtlas, con su volcán dormido y su historia sagrada, fue alguna vez el corazón húmedo de Veracruz. Hoy, ese corazón late cada vez más débil.
Eduardo Álvarez Ríos exige una acción inmediata y efectiva de CONANP y PROFEPA, no solo discursos. “Si no se actúa ahora, en una década esta reserva será solo un recuerdo”.

La tragedia de Los Tuxtlas no ocurre en silencio: se escucha en el crujir de las ramas al caer, en el canto de un ave que no volverá mañana. México está viendo extinguirse uno de sus últimos pulmones tropicales —y con él, parte de su alma natural.

Redacción Reportaje Veracruzano

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