
Acayucan, Ver.— En este municipio veracruzano, donde los baches duran más que los funcionarios, los vecinos decidieron rendir homenaje al más longevo de todos: un cráter urbano que, cansado de esperar reparación, terminó convertido en altar de muertos.
En el barrio Villalta, la creatividad y la ironía se unieron en una ofrenda que ni el Mictlán se esperaba. Flores de cempasúchil, veladoras y papel picado rodean un agujero tan profundo que podría tener código postal propio. La ofrenda no es para los difuntos, sino para la esperanza de que algún día el ayuntamiento lo tape.
“Ya es parte de la familia, lo saludamos cada mañana”, bromean los vecinos, mientras invitan a los curiosos a tomarse la foto con el “bache altar”. Porque si no hay obra pública, al menos que haya humor público.
Pero la ironía no termina ahí: en la colonia Zapotal, otro socavón de proporciones épicas fue bautizado por los ciudadanos como “El Cenote de Aguas Negras”, un atractivo turístico involuntario que, según los lugareños, “ya compite con los de Yucatán, solo que aquí no buceas: te vacunas después de caer”.
Así las cosas en Acayucan, donde la resignación se volvió arte y los baches, patrimonio cultural. Tal vez el próximo paso sea declararlos zona arqueológica, total… llevan tanto tiempo ahí que ya podrían ser prehispánicos.
Porque en Veracruz, cuando el gobierno no llega, el ingenio popular hace el milagro. Y si los baches no se tapan, al menos se veneran.
Redacción Reportaje Veracruzano
				


