Veracruz arde: el asesinato del exalcalde Ignacio Pablo desnuda la podredumbre política y la violencia sin freno en Sochiapan

Santiago Sochiapan, Ver.— La noche de este miércoles la sangre volvió a correr en Veracruz. Ignacio Pablo Hernández, exalcalde de Sochiapan y figura política local conocido como “Nacho Pablo”, fue ejecutado dentro de su propia empresa de blocks, en la cabecera municipal. Un comando armado irrumpió sin obstáculos, descargó fuego contra él y, de paso, segó la vida de otra persona cuya identidad sigue envuelta en el silencio oficial.
El asesinato no solo sacude a Sochiapan: es la radiografía brutal de un estado donde la violencia y la impunidad se han vuelto política de facto.

El crimen y el hermetismo oficial
Versiones preliminares indican que un grupo de hombres armados irrumpió en el negocio de Pablo Hernández y lo asesinó a quemarropa. Otra víctima cayó junto a él, pero ni su nombre ni su relación con el exalcalde han sido esclarecidos.
La escena del crimen fue acordonada con el ritual de siempre: patrullas, cintas amarillas, peritos recogiendo casquillos. Pero más allá del protocolo, lo que reina es un hermetismo inaceptable: no hay detenidos, no hay móviles, no hay siquiera una línea de investigación reconocida públicamente.
Un atentado reciente y un patrón siniestro
Este asesinato ocurre apenas días después de que la presidenta municipal en funciones, Mary López García, sobreviviera a un atentado armado gracias a la reacción de sus escoltas. Dos ataques contra el poder político local en menos de una semana: ¿casualidad o advertencia?
La violencia en Sochiapan dejó de ser un hecho aislado para convertirse en un patrón. Y lo grave es que, a pesar de ello, las autoridades estatales guardan silencio. ¿Qué ocultan? ¿Por qué no hay una reacción inmediata y firme desde Xalapa ni de la Fiscalía General?
El trasfondo político que nadie quiere nombrar
Ignacio Pablo no era un ciudadano común. Fue alcalde, aspiró nuevamente al poder por el Partido del Trabajo (PT) y mantenía presencia en la política local. Su ejecución envía un mensaje: en Veracruz, los liderazgos incómodos o los que disputan el control político y económico pueden ser eliminados sin que el Estado mueva un dedo para impedirlo.
El silencio de las instituciones solo alimenta la sospecha: ¿estamos frente a un ajuste de cuentas político, un mensaje del crimen organizado o una alianza perversa entre ambos mundos?

La exigencia impostergable
La sociedad de Sochiapan está harta. Los organismos civiles y sectores políticos ya alzaron la voz: basta de simulaciones, basta de carpetas “en integración”, basta de conferencias vacías. La pregunta es directa: ¿quién gobierna Veracruz, las autoridades electas o los grupos armados que deciden quién vive y quién muere?
El asesinato de Nacho Pablo no es un hecho aislado: es un grito desgarrador de un municipio secuestrado por la violencia y una señal inequívoca de que el estado entero se desangra mientras sus gobernantes miran hacia otro lado.

Epílogo
En Sochiapan, la violencia no es un eco lejano, es la realidad cotidiana. Ignacio Pablo Hernández se suma a la lista interminable de políticos asesinados en Veracruz. Y mientras no haya justicia, mientras no haya voluntad real de enfrentar a quienes desangran al estado, cada ejecución será también un epitafio a la credibilidad del gobierno.
Porque aquí, en el corazón de Veracruz, la política se hace con balas y el pueblo paga con miedo.
Redacción Reportaje Veracruzano