EL LUJO DE LA TRAICIÓN: MORENA JUEGA CON FUEGO EN VERACRUZ

Queridos lectores —sí, los que leen con criterio y gusto por la claridad política—, prepárense, porque lo que está ocurriendo al interior de MORENA en Veracruz no es otra cosa que una sinfonía desafinada dirigida por músicos que ya no creen en el director. La orquesta de la Cuarta Transformación suena más a club de egos que a maquinaria electoral, y si alguien aún piensa que el partido se sostiene por la “marca”, debería abrir los ojos: el encanto se está evaporando, como el carisma que se desgasta con el tiempo.
Dentro del morenismo jarocho se percibe un temor elegante, discreto, pero real: el miedo a la traición. Hay quienes ya susurran en los pasillos del poder que, en las elecciones intermedias de 2027, muchos de los “compañeros de lucha” podrían operar en favor del Movimiento Ciudadano. Sí, los mismos que juraban lealtad a la 4T, hoy coquetean con los naranjas. Como diría un veterano del poder: “no hay convicciones eternas, solo intereses bien colocados”.
Y no, no es rumor de sobremesa política. En Poza Rica y Papantla —territorios que debieron ser bastiones morenistas— el comentario se ha vuelto diagnóstico: hubo mano naranja. Militantes que fingieron apoyar, pero que en realidad movieron discretamente los hilos para que MC avanzara. ¿Resultado? La estructura morenista quedó como un traje de gala descosido: aún luce, pero ya no impresiona.
En los círculos de Xalapa y en las oficinas de Palacio de Gobierno, el tema incomoda. Los nombres se repiten como eco: Adán Augusto López, Pedro Haces, Ricardo Monreal, Sergio Gutiérrez Luna, Manuel Huerta y Eric Cisneros Burgos… todos, dicen, jugaron su propia partida, más cercana a sus ambiciones que a la gobernadora Rocío Nahle García, quien se convirtió —queriéndolo o no— en el principal activo político del Estado.
El verdadero problema de MORENA no es la oposición —que sigue sin rumbo—, sino su propia carencia de operadores políticos. En Veracruz, los estrategas de peso se cuentan con los dedos de una mano. Se confió demasiado en la marca, en el “movimiento”, en el efecto de la narrativa transformadora. Pero el pasado proceso electoral dejó una lección dura: la marca ya no garantiza la victoria.
Los alcaldes morenistas, muchos sin oficio político, se convirtieron en el eslabón débil de la cadena. En lugar de construir, desgastan. En lugar de sumar, dividen. Y entre la falta de operación y las traiciones silenciosas, el partido comienza a descubrir que gobernar y ganar no siempre van de la mano.
Mientras tanto, Movimiento Ciudadano observa con cálculo. Analistas coinciden en que los naranjas podrían crecer hasta 700 mil votos en 2027, lo que sería un salto histórico en Veracruz. Aunque, claro, les falta una figura estatal sólida. Por eso, ya se habla de “importar” a alguien con peso político: José Francisco Yunes Zorrilla o Javier Herrera Borunda. Ambos nombres flotan en las conversaciones de alto nivel como piezas que podrían darle a MC el protagonismo que hoy le falta.
En contraste, el PAN parece estancado con su base de 350 mil votos, y el PRI —reducido a su mínima expresión— apenas supera los 130 mil. Los escenarios cambian, pero la lectura es clara: MORENA sigue siendo fuerte, aunque empieza a mostrar grietas.
La reflexión final es simple y contundente: en política, las marcas envejecen, los movimientos se desgastan y las lealtades son un lujo que pocos pueden pagar. El 2027 pondrá a prueba no solo la estructura electoral, sino la coherencia moral de quienes hoy se dicen fieles a la causa.
El que entendió, entendió.
Y el que no… que siga creyendo que la 4T sigue siendo intocable.
Redacción Reportaje Veracruzano



