Alerta RojaEstatalReportajesVeracruz

Veracruz: Tierra de exterminio y silencio cómplice

Los campos de exterminio que el gobierno finge no ver

Veracruz no solo es corrupción, inseguridad y narcotráfico; es un cementerio clandestino donde el crimen organizado ha operado con total impunidad ante la mirada cómplice de las autoridades. Mientras Jalisco acapara los reflectores por sus centros de exterminio, Veracruz lleva más de una década sumido en el horror de las desapariciones y la muerte. En el último hallazgo escalofriante, 15 cuerpos desmembrados fueron localizados en una fosa clandestina en Acultzingo, otro campo de exterminio más en un estado donde la tierra oculta secretos que el gobierno se niega a ver.

Tres sitios, tres historias de horror y una misma constante: el Estado ha fallado.

El Limón: la barbarie institucionalizada

El 11 de enero de 2016, cinco jóvenes viajaban de Veracruz a Playa Vicente. Nunca llegaron. Fueron detenidos por la Policía Estatal y entregados a la delincuencia organizada.

Días después, en el rancho El Limón, en Tlalixcoyan, se hallaron más de 3,000 restos óseos esparcidos entre tambos de ácido, manchas de sangre y herramientas de tortura. Un hacha con la frase «Te estoy esperando», una macana con la advertencia «No mientas». Evidencias de un sadismo inimaginable.

Los asesinos tenían un método: los secuestrados eran marcados como «becerros» o «paquetes», eran interrogados, golpeados con cinturones y, finalmente, quemados en tambos con diésel o cocinados. Sí, cocinados.

Pese a la brutalidad del hallazgo, la investigación quedó en el aire. ¿Dónde están los responsables? ¿Por qué el gobierno no profundizó en este infierno?

La Gallera: el horno de la impunidad

Un año después, en 2017, otro campo de exterminio fue descubierto en el rancho La Gallera, en Tihuatlán. Restos calcinados, un horno repleto de cenizas, ropa y zapatos de desaparecidos.

Los colectivos de búsqueda encontraron 22 fosas clandestinas y más de 100 fragmentos óseos carbonizados. Ahí, donde el crimen organizado convirtió la muerte en rutina, la maquinaria del horror operó sin interrupciones desde 2011.

Nuevamente, la misma pregunta: ¿dónde están los responsables? ¿Quiénes permitieron este nivel de exterminio?

Colinas de Santa Fe: la fosa más grande de Latinoamérica

En la periferia del puerto de Veracruz, un predio se convirtió en el mayor campo de exterminio del continente.

305 cráneos humanos. 22,000 fragmentos óseos. Palas, tambos, credenciales, ropa. Una evidencia monstruosa de la capacidad del crimen para desaparecer personas sin dejar rastro.

Lucía Díaz, del Colectivo Solecito, lo resume con una frase aterradora: «La violencia está tan normalizada que la gente no reacciona como se esperaría de una sociedad que vive estas tragedias.»

El gobierno calla, Veracruz sangra

No hay excusas. Este no es un problema reciente ni aislado. Veracruz ha sido un infierno de desapariciones por más de una década. ¿Cuántos más han muerto en estos campos de exterminio? ¿Cuántos otros existen y no han sido descubiertos?

La ONU ya lo ha denunciado: en Veracruz, el crimen organizado opera con complicidad gubernamental. ¿Cuántos cuerpos más se necesitan para que el Estado deje de mirar hacia otro lado?

El silencio oficial es inaceptable. Los gobiernos han cambiado, pero la impunidad sigue intacta.

Aquí, donde la sangre de miles se ha mezclado con la tierra, el verdadero crimen no es solo el horror del narcotráfico. Es la complicidad del Estado.

Redacción Reportaje Veracruzano

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba