Éxodo Electoral en Veracruz: Candidatos huyen mientras amenazas criminales oscurecen la democracia

Una oleada de renuncias señala una crisis que se profundiza de cara a las elecciones municipales de 2025
XALAPA, VERACRUZ — En el húmedo y golpeado estado de Veracruz, una escalofriante ola de intimidación ha barrido con el panorama político, obligando al menos a 13 aspirantes a cargos municipales a abandonar sus campañas rumbo a las elecciones del 1 de junio de 2025. Lo que comenzó como un ejercicio democrático para renovar las 212 presidencias municipales del estado se ha transformado en un crudo testimonio de la fragilidad del gobierno en una región donde el crimen organizado dicta, cada vez más, las reglas del poder.
A medida que se acumulan amenazas, secuestros y asesinatos, el éxodo de candidatos de partidos como Movimiento Ciudadano (MC), Partido del Trabajo (PT) y Acción Nacional (PAN) plantea una pregunta dolorosa: ¿Puede sobrevivir la democracia cuando quienes aspiran a liderar deben, primero, sobrevivir?
La descomposición del proceso electoral en Veracruz es tan alarmante como inédita. Anell Acevedo, exaspirante del PT a la alcaldía de La Antigua, capturó la desesperación en un video entre lágrimas publicado en redes sociales el 2 de abril. “Recibí un mensaje, una sugerencia muy concreta, pidiéndome que me hiciera a un lado”, dijo con la voz entrecortada. “Tengo hijos, y me retiro para proteger mi seguridad y la de ellos”.
La retirada de Acevedo no es una excepción, sino parte de un patrón creciente. Luis Carbonell, coordinador estatal de MC, confirmó que al menos 10 de sus aspirantes abandonaron la contienda tras recibir advertencias amenazantes—algunas amenazas directas contra su vida, otras visitas veladas dirigidas a sus familias. “El sur y el norte—Coatzacoalcos, Minatitlán, Tuxpan—son zonas donde incluso viajar es una apuesta”, dijo Carbonell a reporteros. “Pedirle a alguien que se postule es pedirle que lo arriesgue todo”.
La violencia no es hipotética
El 25 de febrero, Víctor Manuel Rodríguez Cobos, regidor del PRI en Poza Rica con aspiraciones a la alcaldía, fue secuestrado de su vehículo y liberado días después—con vida, pero visiblemente afectado. Un mes antes, había escapado por poco de un ataque a balazos. El 8 de febrero, Carlos Ramsés Neri Rodríguez, aspirante del Partido Verde a la alcaldía de Paso del Macho, no corrió con la misma suerte: él y su hermano fueron asesinados a sangre fría en una ejecución brutal.
Estos hechos, documentados por medios como Animal Político y corroborados por dirigentes partidistas, evidencian una cruda realidad: los aspirantes políticos de Veracruz son blancos en una guerra que ellos no comenzaron.
Un estado bajo asedio
Veracruz no es ajeno al derramamiento de sangre. En el ciclo electoral de 2024, se ubicó entre los estados más letales para candidatos, con 40 ataques documentados y dos asesinatos, según el grupo de vigilancia Data Cívica. El ciclo actual—centrado exclusivamente en elecciones municipales—parece encaminado a superar esa cifra.
Las regiones norte y sur del estado, puntos calientes como Tuxpan y Coatzacoalcos, son conocidos bastiones del crimen organizado que disputa el control de lucrativas rutas de tráfico. Pero la audacia de la injerencia criminal ahora parece descarada. “No es solo crimen—es gobernanza mediante el terror”, declaró Ramón Díaz Ávila, diputado local del PT, quien reveló que dos aspirantes de su partido ya han recibido amenazas. “Estamos pidiendo protección, pero la respuesta es tibia, en el mejor de los casos”.
Las autoridades estatales y electorales, responsables de proteger el proceso, parecen rebasadas. Marisela Molina Morales, funcionaria del OPLE, admitió que hasta mediados de marzo no se habían identificado “zonas rojas”, aunque reconoció que la reciente violencia en Poza Rica y otros municipios exige atención urgente.
Las promesas de protocolos de seguridad suenan vacías cuando candidatos como Vicente Domínguez Aparicio, afiliado a Morena, son secuestrados en Cotaxtla el 1 de abril y liberados días después, golpeados y quebrados; o cuando Carlos Antonio Salinas Guerrero, organizador de MC en Naranjos-Amatlán, desaparece sin dejar rastro en enero.
Una democracia en peligro
Las renuncias amenazan con vaciar el campo electoral veracruzano, donde están en juego 1,024 cargos—212 alcaldías, 212 sindicaturas y 630 regidurías. Movimiento Ciudadano, una fuerza política en ascenso, ha perdido al menos cinco candidatos por intimidación, un golpe que Carbonell atribuye al crecimiento del partido. “Nos ven como una amenaza, y por eso atacan”, señaló.
El líder estatal del PAN, Federico Salomón Molina, advirtió que si no se contiene la inseguridad, la participación ciudadana podría desplomarse, poniendo en entredicho la legitimidad de los resultados. “La gente no va a votar si no se siente segura”, sentenció.
La respuesta del gobierno federal ha sido apagada, en contraste con los compromisos de seguridad de ciclos anteriores. En 2021, tras el asesinato de 39 candidatos a nivel nacional, el gobierno de López Obrador desplegó protección a cientos. Hoy, con el conteo de víctimas en aumento, los partidos claman por apoyo ante fuerzas estatales saturadas. La Secretaría de Gobernación no respondió a las solicitudes de información, dejando un vacío que el miedo ha ocupado.
Ecos de un pasado oscuro
No es la primera vez que Veracruz se enfrenta a la violencia electoral. En 2021, René Tovar Tovar, candidato de MC en Cazones de Herrera, fue asesinado días antes de la votación—y aun así ganó de manera póstuma. Las similitudes con 2025 son inquietantes, aunque la magnitud parece amplificada.
Analistas señalan que el valor estratégico del estado—sus puertos del Golfo y campos petroleros—lo convierte en un imán para la influencia criminal, una dinámica exacerbada por la hegemonía de Morena, que, según algunos, ha relajado la aplicación de la ley. “Los cárteles no solo quieren control; quieren marionetas”, afirmó un politólogo veracruzano bajo anonimato. “Y matarán para conseguirlas”.
Para los candidatos que aún resisten, el dilema es brutal: ambición o supervivencia. Las palabras de Acevedo resuenan como un eco escalofriante: “Ningún cargo vale esto”.
Con junio a la vuelta de la esquina, Veracruz se asoma al abismo—no solo de una elección, sino de un colapso más profundo, donde la urna se arrodilla ante la pistola. El mundo observa, pero por ahora, los futuros líderes del estado se están quedando sin lugares donde esconderse.
Redacción Reportaje Veracruzano