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Asesinato en el Corazón de la Capital: ¿Quién Ordenó la Ejecución de Ximena Guzmán y José Muñoz?

Ciudad de México, 26 de mayo de 2025 – El brutal asesinato de Ximena Guzmán, secretaria particular de la jefa de Gobierno, Clara Brugada, y José Muñoz, su asesor de confianza, no es solo un crimen: es un desafío abierto al Estado mexicano, una bofetada a la seguridad de la capital y una advertencia de que el crimen organizado opera con impunidad quirúrgica en las entrañas del poder.

A seis días del atentado perpetrado el 20 de mayo en la Calzada de Tlalpan, las autoridades no tienen detenidos, el móvil sigue siendo un misterio y las respuestas oficiales son un eco de promesas vacías que no calman el temor de una ciudad que creía estar a salvo. ¿Quién está detrás de este golpe? ¿Por qué el gobierno de Brugada parece incapaz de descifrar un mensaje escrito con sangre?

Un Ataque Planeado con Precisión Militar

El ataque fue un operativo de manual: cuatro sicarios, tres vehículos, vigilancia previa y una ejecución en plena hora pico, a las 7:00 de la mañana, en una de las arterias más transitadas de la Ciudad de México. Ximena Guzmán, de 42 años, conducía su Audi Q2 cuando se detuvo en el cruce de Tlalpan y Napoleón, en la colonia Moderna. José Muñoz, de 52 años, se acercó al vehículo. Un sicario, vestido con chaleco fosforescente y casco, esperaba en el lugar exacto. Disparó 12 veces: ocho balazos a Guzmán, cuatro a Muñoz. Ambos murieron al instante.

El asesino huyó en una motocicleta Dominar 400, abandonada a 500 metros, en la calle Rubén Darío. Luego, cambió a una camioneta Nissan Kicks azul en Iztacalco y, finalmente, a una furgoneta Urvan blanca rumbo al Estado de México. Cada paso, calculado. Cada evidencia, borrada. Los vehículos tenían placas falsas; el arma, un calibre 9 mm con silenciador, no está vinculada a otros crímenes. Ni huellas, ni restos biológicos, ni testigos claros. Los criminales se desvanecieron como fantasmas en el caos metropolitano.

La fiscal Bertha Alcalde y el secretario de Seguridad, Pablo Vázquez, admiten que fue un “ataque directo”, con “alto grado de planeación” y “recursos considerables”. Pero su incapacidad para señalar un móvil o identificar a los responsables es alarmante. Cámaras de seguridad captaron al sicario vigilando el lugar desde el 14 de mayo, lo que indica un seguimiento meticuloso de las víctimas. Sin embargo, la cámara del C5 que debía grabar el ataque estaba inactiva, un “vacío crítico” que pone en entredicho la cacareada infraestructura de vigilancia de la capital. ¿Negligencia o sabotaje? La pregunta flota sin respuesta.

El Crimen Organizado: ¿CJNG, Unión Tepito o Algo Más Oscuro?

El modus operandi apunta al crimen organizado. La precisión, el uso de vehículos robados y la ausencia de huellas evocan el atentado de 2020 contra Omar García Harfuch, entonces secretario de Seguridad, atribuido al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). La detención de Israel Gálvez, presunto líder del CJNG en Coyoacán, Iztapalapa y Xochimilco, el 14 de mayo, alimentó especulaciones de una represalia. Pero las piezas no encajan. Gálvez fue capturado con apenas 600 dosis de droga y algunos pertrechos, un golpe menor para un cártel de su envergadura. Además, la vigilancia del sicario comenzó antes de esa detención, lo que sugiere que el ataque no fue una reacción inmediata.

¿Por qué el CJNG atacaría a dos funcionarios administrativos sin roles operativos en seguridad? Guzmán controlaba la agenda de Brugada; Muñoz, un politólogo experimentado, trabajaba en movilidad y desarrollo urbano. Ninguno tenía amenazas previas ni escoltas, un detalle que expone la vulnerabilidad del círculo íntimo de la jefa de Gobierno.

Otras hipótesis apuntan a grupos locales como la Unión Tepito, la Anti-Unión o el Cártel Nuevo Imperio, debilitados pero aún activos en narcomenudeo, extorsión y robo de vehículos. Desde octubre, el gobierno de Brugada ha detenido a más de 300 extorsionadores y desmantelado 19 células delictivas, incluyendo a operadores de la Unión Tepito y los Gastones. Estas acciones, enfocadas en Iztapalapa —bastión político de Brugada—, podrían haber irritado a las mafias locales.

Sin embargo, expertos como David Saucedo y Rodrigo Peña dudan que estos grupos tengan la capacidad logística para un ataque tan sofisticado. “Las organizaciones capitalinas tienen motivos, pero no recursos; los grandes cárteles, como el CJNG, tienen recursos, pero menos motivos”, señala Saucedo.

El periodista Raymundo Riva Palacio plantea una hipótesis más inquietante: el ataque podría ser un mensaje político, no solo criminal. Durante el gobierno de López Obrador, la Unión Tepito habría puesto precio a la cabeza de Brugada por un supuesto reacomodo que favoreció a sus rivales, el CJNG y la Anti-Unión. ¿Rompieron Brugada y la exfiscal Ernestina Godoy pactos previos con el crimen? La falta de transparencia en las investigaciones alimenta estas sospechas.

Un Gobierno en Jaque: ¿Impunidad o Complicidad?

El silencio oficial es ensordecedor. A seis días del crimen, no hay avances concretos. La fiscalía y la SSC insisten en que “todas las líneas de investigación están abiertas”, pero su renuencia a vincular el ataque con el crimen organizado parece más una estrategia para ganar tiempo que una postura basada en evidencia.

Pablo Vázquez presume que desde octubre se han detenido a 3,404 personas por delitos de alto impacto, pero no explica por qué el gobierno no previó un contraataque. Clara Brugada, visiblemente afectada, ha prometido justicia, pero su narrativa de “mártires de la Cuarta Transformación” suena a propaganda en medio del luto.

La Ciudad de México, con la mayor densidad de policías por habitante en el país, se jactaba de ser un oasis frente a la violencia que azota otras regiones. Este doble homicidio destroza esa ilusión. La ejecución ocurrió a plena luz del día, frente a la estación Xola del Metro, en una zona céntrica que debería estar blindada. La ausencia de escoltas para Guzmán y Muñoz, figuras clave en el gobierno, es indefendible. ¿Por qué no se les protegió, sabiendo que Brugada misma había sido amenazada? ¿Es ineptitud o algo más turbio?

La Sombra de la Política y el Narco

El académico Rodrigo Peña, del Colegio de México, advierte que este crimen refleja una “mimetización” entre la violencia criminal y política. No ocurrió en un contexto electoral, lo que lo hace más desconcertante. Atacar a colaboradores cercanos de Brugada, en lugar de operadores de seguridad, sugiere un mensaje dirigido al corazón del poder político. ¿Es una advertencia para que el gobierno ceda terreno al crimen? ¿O un ajuste de cuentas por promesas rotas?

Iztapalapa, donde Brugada construyó su carrera, es un epicentro de narcomenudeo y extorsión, disputado por cárteles que ven en la capital un botín estratégico.

La oferta de colaboración de Estados Unidos, a través del secretario de Estado Marco Rubio, añade otra capa de intriga. ¿Es genuina o un intento de intervenir en un México percibido como débil? La desconfianza crece cuando recordamos casos como el de Ciro Gómez Leyva, donde la falta de autores intelectuales identificados dejó un regusto de impunidad.

La Exigencia de Respuestas

Ciudad de México está de luto, pero también en alerta. Este atentado no es solo un crimen: es una prueba de fuego para el gobierno de Clara Brugada. La ciudadanía exige respuestas, no discursos. ¿Quién ordenó la ejecución? ¿Por qué el sistema de seguridad falló estrepitosamente? ¿Qué tan profundo ha calado el crimen organizado en la capital? Si Brugada y su equipo no resuelven este caso con celeridad y transparencia, el mensaje será claro: el crimen manda, y el Estado se doblega.

La justicia no puede esperar. La ciudad no lo perdonará.


Redacción Reportaje Veracruzano

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