Maltrata, Ver. – Entre la bruma matinal que envuelve a los cerros de Maltrata, los pasos de un campesino tropezaron con algo que jamás debería hallarse en un camino rural: el cuerpo sin vida de un hombre, atado, torturado y con una cartulina clavada al pecho. El mensaje, breve pero contundente, anunciaba una “limpia”, dejando claro que el crimen no fue fortuito, sino un acto calculado con destinatarios específicos.
El hallazgo ocurrió en un paraje solitario, donde las únicas voces suelen ser las del viento y los pájaros. Esta vez, en cambio, el eco fue de violencia.
La víctima, aún sin identificar, vestía pantalón de mezclilla y presentaba múltiples huellas de tortura e impactos de bala. Su cuerpo yacía boca abajo, entre piedras y maleza, con las manos atadas detrás. A un lado, la cartulina lo sentenciaba como ejemplo para otros.
Autoridades estatales y municipales respondieron al llamado de los habitantes que encontraron el cadáver. El área fue acordonada y peritos de la Fiscalía General del Estado realizaron el levantamiento del cuerpo para trasladarlo al Semefo de Orizaba.
Este asesinato no es un hecho aislado. En los últimos meses, Maltrata ha sido escenario de una creciente tensión entre células criminales que disputan el control de rutas estratégicas para el trasiego de mercancías ilegales. Las montañas ya no son refugio ni frontera: son territorio en disputa.
A pesar del despliegue policiaco posterior, no hay detenidos. Lo que sí hay es miedo, un miedo sordo que crece en las comunidades rurales, donde la justicia tarda, cuando llega, y los mensajes de los cárteles se entienden con claridad brutal: ellos mandan.
La Fiscalía abrió una carpeta de investigación por homicidio doloso. Mientras tanto, el cuerpo espera nombre en una plancha fría, y Maltrata suma otro número a su lista de víctimas en un conflicto que sigue dejando cadáveres sin historia, salvo la escrita con sangre y silencio.
Redacción Reportaje Veracruzano
