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Ley Monse: entre el desencuentro y la urgencia de legislar con perspectiva de justicia

En la antesala de una reforma que promete proteger a las víctimas colaterales de feminicidio y sancionar a quienes encubren a los agresores, el Congreso de Veracruz vive un momento de tensión pública, debate social y posturas encontradas. La iniciativa conocida como “Ley Monse” aún no ha sido formalmente presentada, pero ya ha generado una confrontación simbólica entre el Poder Legislativo y uno de los colectivos feministas más visibles del estado: Las Brujas del Mar.

Desde su curul, la diputada Tania Carola Viveros Cházaro, presidenta de la Mesa Directiva del Congreso local, se deslinda de la polémica con declaraciones que no han pasado desapercibidas: “Lo que he visto de Las Brujas del Mar es mucha violencia… Me parece fuera de lugar”. En su intervención, cuestionó el tono con el que el colectivo ha hecho públicas sus críticas hacia los posibles cambios en la Ley Monse, así como el uso del término “activistas” para referirse a ellas.

Mientras tanto, desde sus redes, Las Brujas del Mar detallan su participación técnica en la construcción original de la iniciativa: la redacción fue acompañada por la experta legislativa Martha Mendoza Parissi, y su contenido busca evitar que las reformas sean inconstitucionales o vulneren derechos fundamentales. El colectivo sostiene que el corazón de su propuesta es eliminar la impunidad para las redes de protección de feminicidas, sin caer en excesos punitivos o criminalizaciones erróneas.

Del otro lado del hemiciclo, Viveros Cházaro insiste en que el Congreso apenas trabaja en un proyecto, sin borrador final ni propuesta formal que someter al Pleno. Reitera que se trata de una construcción en proceso y que, si bien están dispuestos a escuchar, solo lo harán —dice— con quienes tengan voluntad de construir. “No vamos a corretear a nadie”, puntualiza.

En este escenario, más que un debate técnico, se ha abierto una grieta emocional. De fondo, subyacen preguntas que atraviesan la legitimidad del activismo, la forma en que se ejerce la crítica social, el ritmo y la profundidad de las reformas legislativas y, sobre todo, el dolor de las víctimas que inspiran estas leyes.

La Ley Monse, llamada así en memoria de una joven víctima de feminicidio, es ya un símbolo de lucha por justicia. Lo que está en juego no es solo su redacción final, sino también el modo en que el poder y la sociedad civil dialogan, acuerdan y legislan.

Y mientras eso ocurre, el reloj institucional avanza. El periodo ordinario sigue su curso, y con él, la urgencia de cerrar brechas, evitar los errores del pasado y, tal vez, encontrar un punto común en medio de tantas verdades parciales.

Redacción Reportaje Veracruzano

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