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Orizaba despide a un genio silencioso: muere Don Hilarión Madrazo Muñoz, alma del arte y la memoria orizabeña

Orizaba, Ver. — La noche del jueves se apagó una luz que durante décadas dio color y vida a Orizaba. Don Hilarión Madrazo Muñoz, químico biólogo de profesión, artista por vocación y humanista por esencia, partió dejando tras de sí una estela de gratitud, admiración y amor por su tierra.

Su muerte, ocurrida alrededor de las 10 de la noche, no fue solo el cierre de una vida ejemplar, sino el fin de una época: aquella en la que la ciencia y el arte podían encontrarse en un mismo corazón.

Formado en Francia, Estados Unidos y otros países, Don Hilarión fue un hombre de mundo que nunca perdió el arraigo por su ciudad natal. En cada viaje, recogió fragmentos de conocimiento que luego destiló en su obra: murales, lienzos y objetos que, con su toque, trascendieron lo material para convertirse en testimonio de una sensibilidad extraordinaria.

Su casa en la calle Sur 3, entre Oriente 2 y Colón, se convirtió en una leyenda viva. No era solo una morada, sino un santuario de creatividad, una obra total. Allí, las paredes hablaban en colores, los muebles respiraban arte y cada rincón tenía algo de alma. Quienes tuvieron la fortuna de cruzar ese umbral sabían que estaban entrando en el universo íntimo de un artista irrepetible.

Con el paso de los años, Don Hilarión se volvió una presencia discreta, casi mística. Se le veía caminar con paso sereno, observando con atención el paisaje urbano que tantas veces plasmó con sus pinceles. Su figura, siempre amable y distante, era la de un sabio que comprendía el valor del silencio y la contemplación.

Hoy, Orizaba llora su partida. Pero más allá del dolor, queda la certeza de que su legado —esa mezcla de ciencia, belleza y espíritu— seguirá inspirando a las nuevas generaciones de artistas y soñadores.

Porque hay hombres que no mueren del todo. Hay quienes, como Don Hilarión Madrazo Muñoz, se vuelven parte del aire que respira una ciudad.

Pocos saben que Don Hilarión Madrazo provenía de una familia visionaria: su padre, también llamado Hilarión, fue un destacado empresario cafetalero y productor de piloncillo y alcohol en la sierra de Zongolica. Enviado a estudiar a la Sorbona de París, el joven Hilarión participó activamente en el movimiento estudiantil de 1968, donde conoció a figuras emblemáticas como Daniel Cohn-Bendit, “Danny el Rojo”, y Herbert Marcuse, forjando una visión del mundo que marcaría su vida y su legado artístico.

Descanse en paz, maestro. Orizaba lo recordará siempre en cada muro pintado, en cada trazo, en cada mirada que aún busca la belleza en lo cotidiano.

Redacción Reportaje Veracruzano

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