Colipa arde en escándalo: ¡Alcaldesa de Morena sorprendida en rancho de capo durante cateo militar!

Colipa, Ver.– El sigilo de un operativo federal terminó por destapar una bomba política en Veracruz. En un cateo al rancho “Los Quintero”, propiedad de José Gil Quintero —sobrino del histórico narcotraficante Rafael Caro Quintero e identificado como uno de los principales generadores de violencia en la región—, las Fuerzas Armadas hallaron algo inesperado: la presidenta municipal de Colipa, la morenista Gabriela Alejandra Ortega Molina, conviviendo en el lugar.
La mandataria municipal, lejos de poder justificar su presencia, habría intentado evadir a los elementos del Ejército Mexicano, pero fue detenida en el acto y expuesta en un escenario que compromete no solo su investidura, sino también la credibilidad del partido en el poder.
Un cateo con nombre y apellido
El operativo fue ejecutado por personal del Ejército y la Marina Armada de México, con el objetivo de localizar pistas sobre el paradero del empresario Neptalí González López, desaparecido el 18 de julio de 2025 en Vega de Alatorre. Las autoridades federales ya tenían identificado al rancho como refugio de José Gil Quintero, señalado como pieza clave en el control criminal de la zona.
Al detectar la irrupción militar, Gil Quintero y su grupo de escoltas lograron huir, dejando tras de sí un escenario de fuga, tensión y un testimonio incómodo: la presencia de la alcaldesa morenista, sorprendida en el epicentro del narco-poder regional.
Silencio oficial y preguntas inevitables
La aparición de Ortega Molina en un rancho vinculado directamente con un capo abre interrogantes de enorme calado político y judicial:
- ¿Qué hacía una presidenta municipal en un sitio catalogado como “n@rco rancho”?
- ¿Se trataba de un encuentro fortuito, de una reunión pactada o de un vínculo más profundo?
- ¿Qué sabía, y qué estaba dispuesta a ocultar, cuando intentó huir?
El caso desnuda, de nuevo, la fragilidad de los muros que deberían separar a la política de los intereses criminales. En Veracruz, donde la violencia y el crimen organizado se entrelazan con el poder municipal, el hallazgo parece confirmar una sospecha ciudadana recurrente: que algunos gobiernos locales no solo son omisos, sino cómplices.
Un golpe al discurso oficial
Mientras el discurso oficial de Morena insiste en combatir la corrupción y en “no tener ligas con el crimen organizado”, la imagen de una de sus alcaldesas descubierta en el corazón de un rancho ligado al narcotráfico desmorona la narrativa. El caso no es un episodio menor: es una prueba viva de que la infiltración criminal no solo es real, sino que toca el mismo núcleo del poder político.
La pregunta ya no es si Gabriela Alejandra Ortega Molina estaba ahí: la pregunta es por qué. Y la respuesta será la línea que determine si esto se convierte en un caso aislado o en la punta de un iceberg de complicidades políticas que atraviesan a Veracruz.
Redacción Reportaje Veracruzano